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Hola, soy el aragonesismo sociológico. ¿Dónde estáis vosotras?

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El paso de los años te ofrece ese poder encantador de la perspectiva. Echar un vistazo en el tiempo, recordar, comparar y reflexionar. Las cosas han evolucionado y el aragonesismo sociológico también. El tema tiene su interés, ya que parece que esta percepción en bruto de lo aragonés está en crisis: ser aragonés por encima de todas las identidades o concebir este territorio como nación, parece estar en retroceso. Sólo hace falta ver los debates que se producen en las redes sociales. Y no hablamos de lo electoral, hacemos referencia a la identidad, al sentimiento de comunidad. Si Aragón existe desde la Edad Media es consecuencia de muchos procesos, de cambio y permanencia, pero también porque hay una voluntad de ser, de organizarse como pueblo.

Hace 20 años las cosas eran bastante diferentes. Este año estuve en Artieda, como siempre, disfrutando con el Festival Esfendemos a Tierra, departía con un compañero de los que lleva un “porrón de años”, y sacábamos conclusiones parecidas: no nos va tan mal como movimiento identitario autónomo. En 1996, el organizar un festival de esas características hubiera sido una quimera, una locura. Y no eran malos años -que se lo digan a la vieja Chunta-; de hecho el lema Aragón ye nazión se cantaba con deleite y entusiasmo, porque estábamos de moda. O eso creíamos. El movimiento en defensa del aragonés estaba más cohesionado. E Ixo Rai! llenaba plazas y pabellones. Pero no teníamos un festival propio. Cuando eres joven, con veinte años, sueñas con disfrutar de un evento festivo-lúdico de socialización política, que amplifique discurso y atraiga a la gente de tu generación. Ahora lo tenemos, con continuidad y autogestionado. A veces, no valoramos este hecho. Y opino, que debemos cuidar y empoderar lo que se trabaja y se gestiona bien.

El soberanismo aragonés ha estado desarrollando una política de gueto -como espacio cerrado, aislado-, que genera comodidad ideológica y legitima su existencia, pero no podemos pensar que estará siempre, ya que se creó con mucho esfuerzo militante y a pesar de los obstáculos. En 2016 podemos afirmar que el movimiento independentista/soberanista se ha consolidado pero esto no parece suficiente en términos cualitativos y cuantitativos. Aparecen demasiados frentes abiertos, conflictos sin resolver y problemas históricos que ya padecía el aragonesismo de CHA a finales del siglo pasado. Y todo eso termina por perjudicar el trabajo diario, los retos de construir un Aragón alternativo en una sociedad acomplejada y colonizada.

Percibo cierta actitud banal dentro del soberanismo aragonés, asumimos lo que somos, sin tener que dar un millón de explicaciones. Hace veinte años, esto era al revés. El independentismo tenía que escuchar mil excusas para que fuera respetado -la historia agridulce de Chobenalla Aragonesista así lo demuestra (ver en http://arainfo.org/category/especial-independentismo-en-aragon/, 2012-. Actualmente, hay organizaciones y colectivos que son independentistas, ahora el problema se basa en concienciar a la gente que no lo es, o aglutinar espacios con compromisos más flexibles o con colectivos que entiendan una parte fundamental de tu marco identitario. Algo tan simple como defender un sujeto político y económico para Aragón.

La sociología del aragonesismo es compleja, plural y desestructurada. Los debates sobre las relaciones con Catalunya son el paradigma de esta situación, ya que generan agravio comparativo, vergüenza, hipocresía, envidia. No tenemos un relato alternativo de Aragón como sujeto histórico, político, cultural y económico, con lo que nos miramos en espejos deformados, ya que las condiciones objetivas de cada pueblo son singulares e inimitables. El nuevo aragonesismo debe romper con los viejos esquemas, los cuales ya no son funcionales, están muertos. Reproducimos esquemas caducos que ya no atraen: la idea de territorio de fronteras, las comarcas, el mito labordetiano o la gaita son ejemplos palpables. En enero de este año, en una entrevista a Juan Martín (CHA) le preguntaban por la crisis del aragonesismo político; su respuesta volvía a deslizarse por los tópicos de siempre: una carta de derechos de los aragoneses, la financiación, los servicios públicos. Un relato viejo, que no sirve, que no diferencia y sin frescura de ningún tipo.

La entropía es un principio físico que nos dice que una vez hecho un cambio, es exponencialmente difícil volver al punto anterior o a uno derivado del anterior pero a veces la realidad produce monstruos, y en el caso que nos ocupa podría ser aterrador el volver hacia atrás. La fluidez del aragonesismo no debe implicar repetir experiencias que fracasaron o frustrarse contra los fantasmas de siempre. La llamada “guerra de grafías” es un claro ejemplo de la destrucción del humus aragonesista. Necesitamos un movimiento popular cultural que recorra el país, recupere memoria y trabaje en red -algo que nunca se ha logrado conseguir-. Y por supuesto huir de los personalismos, de los viejos liderazgos, de los pequeños gabinetes de amigos-colegas, de las correas de uso político… son tantas cosas. Aragón espera.

Autor: Daniel Lerín – @DaniLerin