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Análisis

Sobre fatos y cheposos: ¿qué hay de nuevo, viejo?

Daniel Lerín Cristóbal / @Danilerin

El humorista catalán Berto actuó en Uesca en noviembre del 2008 en el recién estrenado Palacio de Congresos, durante un momento de su actuación se arrancó con un “¡vaya puta mierda, la Expo de Zaragoza”, añadiendo como justificación que se lo habían sugerido, ya que si quería ganarse al público oscense lo mejor era meterse con los de Zaragoza (“La rivalidad entre cheposos y fatos”, El Periódico de Aragón, 18/11/08). Las risas, los aplausos y las rivalidades graciosas nos traen a colación un interesante tema de debate para los naturales (y visitantes) de ambos municipios aragoneses.

Resulta complicado discernir como esos setenta y dos kilómetros que separan las ciudades de Uesca y Zaragoza han generado una rivalidad de carácter histórico, social e identitario. En este breve artículo trataremos de pautar este tribalismo a la aragonesa, entre sus dos ciudades más grandes. Advertiremos que este tema de las rivalidades entre ciudades no es algo exclusivo de Aragón, ya que en toda la geografía peninsular encontramos ejemplos más que elocuentes: Uviéu y Xixón, Murcia y Cartagena, A Coruña y Vigo, Bilbao y Donostia, Jerez de la Frontera y Cádiz…, y por supuesto en el ámbito europeo (Liverpool y Manchester, Milán y Turín, París y Marsella, o Atenas y Salónica) y global (Toronto y Montreal, Sao Paulo y Rio de Janeiro, o Los Angeles y San Francisco). Por ilustrar un poco.

La ciudad grande y su casuística, su particular modo de ser/estar respecto al espacio que la rodea, que en el caso aragonés ha generado relaciones de sometimiento administrativo, alejando muchas veces la realidad de Zaragoza y la del resto de Aragón. Uesca es la segunda ciudad en tamaño, pero la diferencia poblacional ha generado ese pasotismo -o indiferencia- hacia lo más pequeño desde la gran ciudad. Esta realidad se complementa con el sociocentrismo (o nosocentrismo), término acuñado por Julio Caro Baroja, que expresa un sentimiento de que lo nuestro es mil veces mejor que lo de al lado. Da igual el tamaño o el elemento que defina a ese sitio. Cada cual ve lo suyo como lo mejor.

Datos, historia e historias

                                                                                   Goya era un visionario de los localismos

Podemos empezar valorando las disfunciones sociodemográficas que se han ido desarrollando entre las dos ciudades. La mayoría de las divergencias (diferencias) de tipo sociodemográfico se dieron desde finales del siglo XIX. En este momento, se produce el despegue masivo de la capital de Aragón con respecto al resto de ciudades (municipios) más poblados. A mitad de los setenta se publicó un libro muy curioso titulado Zaragoza contra Aragón, donde se exponía una teoría del desarrollo que proclamaba el despoblamiento aragonés en favor de Zaragoza, la cual “succiona” a todo el territorio hasta convertirse en un gigantesco monstruo. Y ya en una segunda fase, la capital desarrollaría el espacio succionado (Gaviria y Grillo, Zaragoza contra Aragón, 1974, p. 301). En este artículo no toca hablar de ordenación territorial o desvertebración, pero ya constatamos como esa tesis no se ha cumplido.

En 2017, Uesca tenía censados 52.223 habitantes, aproximadamente un 300% más de población que en el año 1900 (13.600 entonces). El sector servicios es el pilar de la economía oscense, generando más de la mitad de su Producto Interior Bruto. La renta bruta per cápita asciende a 18.576 euros (2014), con una participación estimada sobre la renta disponible en Aragón del 4,80%. Las cifras de paro señalan un 10% global y un 21% juvenil.

 En Zaragoza vive más de la mitad de la población aragonesa (661.108 habitantes). La renta bruta per cápita asciende a 17.153 euros (algo lejos de la oscense), pero en total representa el 56% de la renta aragonesa. El paro marca un 11,7% y el juvenil asciende a un 18%. En esta exposición somera no se observan grandes diferencias, salvo la relativa al volumen poblacional.

Siempre se ha hablado de inversiones, del agravio comparativo, entre la capital aragonesa y el resto del territorio. En 2011, Zaragoza recibía del ejecutivo autonómico 10,87 euros por habitante (“Zaragoza es la ciudad que menos dinero recibe de su comunidad”, El Periódico de Aragón, 09/04/11), cantidad muy alejada de los 32,81 euros por persona que recibía Uesca por los servicios que prestaba por esas fechas. El caso es que la capital aragonesa está infradotada financieramente y este es un debate eterno, dada la compleja estructura demográfica y municipal de Aragón, pero que demuestra como algunas percepciones desde el resto de municipios no se justifican. Zaragoza tiene unas 45.000 personas que por motivos de trabajo o de estudios residen en ella sin estar empadronadas. El racionalizar la rivalidad en función de estos parámetros es un terreno, sin duda, pantanoso.

La ciudad de Zaragoza ha crecido con respecto a Aragón de forma monstruosa y desproporcionada en los últimos tiempos. Esta macrocefalia es propia de zonas subdesarrolladas, donde la metrópolis se beneficia de circuitos económicos exteriores, que dejan al margen al resto del territorio. A finales del siglo XV, la población de Zaragoza representaba el 7,7% de la población aragonesa, siendo cuatro veces mayor que la de Calatayub, por entonces la segunda ciudad del viejo reino. En la segunda mitad del XIX, con una industrialización incipiente, se produce el despegue zaragozano (10,8% de la población aragonesa en 1900), que para 1950 su volumen demográfico era doce veces mayor que el de Uesca. El Polo de Desarrollo Industrial abre la macrocefalia de forma definitiva, con lo que en la década de los ochenta la población de Zaragoza representa el 50% de la aragonesa. De esta forma Uesca y el resto de municipios se van empequeñeciendo respecto al gigante zaragozano, en lo demográfico, en lo económico, en rentas, ahorro privado e inversiones estatales. Y todo esto también tiene consecuencias en lo sociológico, en la construcción colectiva del espacio identitario.

También tenemos algunas pinceladas en cuestiones histórico-institucionales. Aquí entrarían aspectos relacionados con agravios históricos que poco tienen que ver con lo expuesto hasta el momento. Desde el siglo XII, la ciudad de Zaragoza disfrutaba del Privilegio de los Veinte, el cual autorizaba a sus pobladores a ejercer la justicia privada, destruyendo casas y posesiones tanto dentro como fuera de su ámbito de poder. Esto generó muchos desagravios durante toda la época feudal, era una concesión de Alfonso I, y pudo ser la base de esa rivalidad más objetiva respecto a Uesca. En todo caso, lo dejamos como reflexión. El conflicto más importante y que ha ido pululando hasta nuestros días es el tema de los estudios universitarios. No mencionaremos la institución sertoriana de época romana, pero ya desde 1354 Uesca se convierte en ciudad universitaria, a pesar de la oposición de Lérida -ambas entrarán en una guerra de guerrillas en la que no se reconocen títulos ni grados-. A finales del siglo XVI hubo conflictos jurídicos con los municipios de Zaragoza y Uncastillo, ya que estos pretendían tener estudios generales. Zaragoza funda su universidad en 1542 y la decadencia oscense será lenta pero irreversible, hasta el siglo XIX cuando se suprime la universidad oscense en 1845, la cual pasa a convertirse en el Instituto de Bachillerato Ramón y Cajal.

El espíritu universitario oscense se recupera en los años setenta a través del Colegio Universitario, que será la base del Campus actual. En 1988, Uesca luchaba por tener los estudios de INEF -la actual Ciencias de la Salud y del Deporte-. Determinados grupos de presión zaragozanos intentaron bloquear este proyecto, a pesar de que el Gobierno aragonés lo avalaba. La Universidad de Zaragoza remitió un informe a Madrid en el que se señalaban varias ubicaciones del INEF, todas ellas cercanas a la capital aragonesa. La trifulca estaba preparada, con un papel extraño por parte del rector, Vicente Camarena. Al final, INEF se instaló en Uesca. Un año después, el Colegio Universitario de Uesca quedó definitivamente integrado en la Universidad de Zaragoza. Una historia más para alimentar el agravio, en este caso hacia la todopoderosa Zaragoza, la cual engulle como si fuera una ciudad-Estado. El boomerang ya había partido en esta ocasión.

Y llegó el deporte… ¡qué miedo me da!

                                                                                        El derbi, una imagen histórica

El análisis del deporte nos ofrece una visión diferente de esta rivalidad, una interpretación cercana a la Antropología. Ya lo dijo el escritor canadiense Paul Auster: “Europa encontró en el fútbol la manera de odiarse sin destrozarse”, en clara alusión a las rivalidades futboleras (y por extensión deportivas).

El idilio Uesca-Zaragoza ya se fraguó en la década de los ochenta y noventa con una serie histórica de enfrentamientos entre los equipos de baloncesto de ambas ciudades. Desde 1987 hasta 1996, fatos y cheposos compartieron gradas y piques en la máxima categoría del baloncesto. Era la época dorada de este deporte, con la marea blanquiverde oscense y la rojilla de Zaragoza, y jugadores míticos como Brian Jackson, Granger Hall, Kevin McGee o los hermanos Arcega. En lo deportivo, el Club Baloncesto Zaragoza era un club potente, que se codeaba con los mejores del momento, ganando dos Copas del Rey y siendo subcampeón europeo de la Recopa. El Club Baloncesto Peñas ascendió a la Liga ACB en la temporada 1983-84, generando una impresionante pasión por el baloncesto en la ciudad altoaragonesa, la cual disfrutó más de una década de la élite en este deporte. Los derbis entre ambos equipos fueron muy especiales, con ese ambiente tan ensordecedor que se creaba en el oscense Pabellón del Parque. En el balance de partidos, casi siempre ganó el equipo zaragozano, exceptuando dos partidos en los que el derbi cayó del lado oscense. Para el recuerdo, una eliminatoria del play-off por el título en la temporada 1990-91, con un segundo partido apasionante disputado en Uesca, llevándose la contienda el equipo rojillo por un apretado 91-92, tras una prórroga. En 1996 ambos clubes tuvieron un final trágico, el CB Zaragoza desaparecía por problemas económicos y el CB Peñas vendía su plaza de ACB a un equipo de Fuenlabrada.

El balonmano dejó en los últimos años una serie de derbis entre el Balonmano Uesca y el Balonmano Aragón. Desde el 2011 se enfrentaron en una serie de partidos de primer nivel, ya que se disputaban en la máxima categoría estatal (Liga ASOBAL). De entre todos los enfrentamientos destacamos el de la temporada 2012-2013, la victoria de los oscenses en el Príncipe Felipe (24-29, para los curiosos) supuso el sorpasso en la hegemonía del balonmano aragonés. A partir de ese momento, la decadencia del equipo zaragozano ha sido inexorable, sus problemas económicos lo han abocado a la desaparición en mitad de la temporada 2015-2016. Más allá de esto, aquel 20 de octubre de 2012 la afición oscense pudo entonar el “¡Eo, eo, eo, esto es un chorreo!” (Diario del Altoaragón, 21/10/12). Una victoria sonada ante un equipo que había llegado a disputar finales europeas.

En fútbol, esa rivalidad al máximo nivel no se produjo hasta el año 2008. Y eso que ya hubo enfrentamientos anteriores entre el Real Zaragoza y la Sociedad Deportiva Uesca -con otras denominaciones también-. A finales de los cuarenta, se enfrentaron en Tercera División, y en la década de los cincuenta coincidieron una temporada en Segunda. Entre finales de los setenta y mediados de los ochenta, la Copa del Rey trajo dos eliminatorias más. En esos ocho partidos, tres victorias blanquillas, cuatro empates y una victoria azulgrana. Eran otros tiempos, con un Real Zaragoza asentado en Primera División, con sus Copas del Rey, Recopas, presupuestos ostentosos, peñas por todo Aragón y una masa social acorde con la entidad de la ciudad. Y el Uesca, fundado en 1960, con un largo periplo en Segunda B y Tercera División, escasa tradición de peñas deportivas y una realidad socioeconómica proporcional a una ciudad de 50.000 habitantes. Este es el punto de partida en 2008, una foto fija, cuyo relato vamos a desgranar a continuación, ya que todo fluye y nada permanece inmutable. Y la rivalidad fato-cheposa ha dado para mucho.

Dicen que el fútbol es la cosa más importante de todo lo que en la vida no es importante. En las relaciones Uesca-Zaragoza nos ha abierto un campo de anécdotas, curiosidades y percepciones que pasamos a relatar. ¿Hay muchos aficionados al Real Zaragoza en Uesca? Los hay, como las “meigas”, ni muchos ni pocos. Lo cierto es que los oscenses que siguen el fútbol, no suelen tener mucha simpatía por este equipo: la lógica de la rivalidad impera y en este deporte aún más. Pero de forma natural siempre ha habido zaragocistas, hasta una peña que acoge a sus aficionados. ¿Hay seguidores del Uesca en Zaragoza? También los habrá, lógicamente. Al fin y al cabo, sólo hay media hora larga en coche entre una ciudad y otra.

El 6 de diciembre de 2008, los dos equipos de fútbol volvieron a verse las caras, 57 años después, en la Segunda División. En un ambiente de gala, el estadio zaragozano de La Romareda asistió a la escenificación de la tragicomedia perfecta. Los medios de comunicación lo titularon “La fiesta del fútbol aragonés”. En la grada, cerca de cinco mil aficionados del Uesca asistieron a un partido muy igualado que terminó en empate a dos. El 9 de mayo de 2009 se jugaría el partido de vuelta, un partidazo de altura que ganó el Zaragoza (0 a 1) tras un solitario gol de la que era la perla de su cantera -Ander Herrera-. El Alcoraz tuvo un llenazo histórico, a pesar de la lluvia que cayó durante el encuentro. Fue un choque intenso, en el que los medios de comunicación zaragozanos trataban de suavizar la rivalidad, infravalorando lo histórico-deportivo y enfocando la tensión hacia “una cierta animadversión” social (A. Hernández: “Un derbi de andar por casa”, El Periódico de Aragón, 10/05/09). En Uesca hubo rumorología relacionada con los ocho exzaragocistas que alineó en el once titular su equipo; lo que desencandenó sospechas sobre un derbi pactado. La crítica objetiva vino con el tratamiento que dieron al partido los comentaristas de Aragón Televisión, todo un despropósito, ya que no ocultaron su parcialidad hacia el equipo blanquillo (Javier García Antón: “Retransmisión en tono local”, Diario del AltoAragón, 10/05/09); una discriminación que en Uesca no sentó nada bien, y muy parecida a la que sienten otros cuando su equipo se enfrenta al Real Madrid. Ese victimismo paternalista rodeó todo lo deportivo, atufando la normalidad de una fiesta del fútbol aragonés… El caso es que el Derbi se escribía con mayúsculas, Ander Herrera declaraba en una entrevista que “los insultos sólo me motivaron más” (Sport. Equipo, 11/05/09).

Meses antes, ya había opiniones desde Uesca que describían el descenso del Zaragoza con una sensación entre agria y dulce, justificando esa doble realidad aragonesa, agitando las banderas de la eterna sospecha: la macrociudad de Zaragoza y el resto de Aragón (Guillermo Ortega: “Que no baje el Zaragoza”, Heraldo de Aragón, 21/04/08). La rivalidad eclosionó en el plano institucional, en ese 2008, el Zaragoza rescata a última hora al entrenador del Uesca, Manolo Villanova; el club blanquillo estaba peleando por no descender a Segunda División, y decide colocar en su banquillo al señor Villanova -contractualmente vinculado al equipo zaragozano pero dirigiendo a la SD Uesca-. El asunto encrespó los ánimos ya que el club azulgrana estaba peleando por subir a Segunda División. El karma hizo justicia, y tras una temporada nefasta, el Real Zaragoza descendía a la categoría de plata. La estrambótica gestión del antiguo propietario del Zaragoza, Agapito Iglesias, repercutió en los vecinos oscenses y en la imagen de confraternización que se pretendía entre ambos clubes: jugadores de la cantera zaragozana que no son cedidos en extrañas circunstancias, el caso del portero Toni Doblas, el arreglo del Alcoraz por parte de la empresa del citado Agapito, incumplimiento de un convenio económico por parte del equipo blanquillo, quejas por los precios de las entradas en los partidos, sospechas de componenda en el derbi de la temporada 2008-2009 -con un Zaragoza que necesitaba los puntos para ascender-, justificaciones extrañas de las directivas. Una narrativa de chanchullos que amplificaba la rivalidad. En esta línea, el Gobierno de Aragón no ayudó en las relaciones: en otoño de 2008, la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión aprobaba unos patrocinios deportivos en los que el Zaragoza percibiría doce veces más que el Uesca (“El Real Zaragoza recibe de Aragón TV casi doce veces más que el Huesca”, Heraldo de Aragón, 18/10/08); un agravio injustificado ya que se trataba de dinero público, aunque otros clubs de élite también recibieron el mismo trato. Pero eran deportes minoritarios. De hecho se llegó a rizar el rizo en el Memorial Carlos Lapetra del 2010, en un año en el que aparecían como invitados el Uesca y el Teruel; el club azulgrana mostró su malestar por haber tenido que hacer frente a los gastos de desplazamiento y a la cena posterior al torneo. Cada parte decía una cosa, y todo quedaba en una nebulosa hipócrita, digna de revista del corazón. Todo iba a peor, parecía que había necesidad de enfrentar, dividir, algo muy característico del fútbol como fenómeno socio-cultural. Pero todo esto no es más que narración, la construcción discursiva de las relaciones Uesca-Zaragoza, asociando ciertos rasgos, mitos y estereotipos. El primer derbi, el de diciembre de 2008, fue un “día 9, de San Lorenzo”, para la mayor parte de los aficionados oscenses que acudieron a La Romareda, ya que era gente que sólo había visto al Uesca en Tercera División o Segunda B, y al Zaragoza bien posicionado en Primera División, además de los títulos que iba ganando. Esa era la realidad oscense, más propia de un día de fiesta mayor en el que ensalzar la patria local y el ser de Uesca. Y luego está lo circunstancial, ese paternalismo tutorizante que se exhibió desde 2008 en los medios y público de Zaragoza, ante un Uesca muy majete, que jugaba bien al fútbol pero “nosotros somos nosotros”, tipo al mansplaining que muchos hombres aplican sobre las mujeres, o el insultante desprecio de aficionados del Barcelona o del Madrid hacia el resto de equipos. Esas ganas de rivalidad, de provocar, también tuvieron su antagonismo en Uesca, donde el exjugador azulgrana Cuco Lanau desgranaba un artículo en el que legitimaba y provocaba esa animadversión futura, aludiendo al miedo, la moral, la educación, la valentía; unos intangibles maniqueos que al final suenan ridículos cuando escribimos sobre deporte (en “Viva el fútbol”, Diario del AltoAragón, 07/12/08). Otra cosa es la gestión deportiva, que ha ido igualando a ambos clubes y eso requiere de un tiempo de aclimatación por parte de los que siempre han estado por encima.

Tras esa temporada 2008-2009, el Zaragoza asciende a Primera. El Uesca se mantiene en la categoría de plata hasta que baja a Segunda B en 2013. Una curiosa coincidencia ya que el equipo blanquillo desciende otra vez a Segunda ese mismo año. El conjunto altoaragonés sube en dos temporadas, con lo que siete años después se volvían a ver las caras en Segunda División, un partido que llegaba en enero en plena vorágine navideña, con un Zaragoza siempre necesitado de puntos y un Uesca relativamente calmado; un choque que se desarrolló algo tumultuoso en los detalles, dejando varias imágenes para el recuerdo cortoplacista (sobreactuación de Camacho, agresión de Ángel sobre Carlos David, protestas varias, expulsiones y un carrusel de goles y emoción), un empate a 3. ¿Qué más queremos? Las lecturas del partido fueron diversas, propias de un partido con mucho jugo. Eso sí, los 2.500 seguidores oscenses celebraron el empate con gran alegría. Y en la segunda vuelta de la competición, se produce el cuarto derby de la era actual, con un empate a uno en El Alcoraz, que reprodujo un guión similar en cuanto a juego y tensión; en este caso, a dos jornadas del final de la liga, el Uesca buscaba certificar la permanencia y el Zaragoza quería entrar en las eliminatorias de ascenso a Primera. Como siempre, la prensa se encarga de aderezar lo sucedido, “un golazo de Samu abre las puertas del cielo”, o “la S.D. Uesca, “heroica y dos veces invicta” ante el Zaragoza”, aludiendo a que el equipo azulgrana había conseguido empatar en inferioridad numérica (Diario del AltoAragón, 27/05/16). En la temporada siguiente, la 2016-2017, vuelven a enfrentarse, pero esta vez toca en la tercera jornada, recién iniciado septiembre, con mucho calor y sin grandes retos aún sobre el cesped. Gana el Zaragoza 1 a 0, en un partido espeso, resuelto a falta de tres minutos para el final. Quizá el derby menos atropellado, en comparación con los otros. Incluso la grada participa menos: seiscientos aficionados oscenses bajan a La Romareda, una cifra menor a la de otras ocasiones. En los días previos al derbi de febrero, Agustín Lasaosa -presidente del Uesca- realizó unas declaraciones en las que defendía que “el 70% del uesca y el 30% del Real Zaragoza competiría por ser campeón” (El Periódico de Aragón, 01/02/17), en alusión a las gestiones deportivas de ambos clubes. Unas semanas antes, ya hubo algún dardo envenenado respecto al fichaje de Jesús Valentín por el Zaragoza, como siempre las formas fallaban, aunque conviene recordar que el fútbol profesional se mueve por intereses económicos. En febrero de 2017 se disputó en El Alcoraz el derbi de la segunda vuelta, con los azulgranas por delante en la clasificación, con un punto de ventaja sobre el conjunto zaragocista. La ilusión embargaba a la afición oscense, ya que se podía afirmar que la igualdad era máxima, incluso el favoritismo basculaba hacia el conjunto altoaragonés. El sábado del partido la ciudad de Uesca sufrió una lluvia constante que dejaba el campo casi impracticable, de hecho se especuló con suspender el encuentro pero al final se terminó jugando tras presiones de la Liga. Y ganó el Zaragoza (2 a 3), en un partido eléctrico, con todos los goles en el segundo tiempo, con un juego espeso, adelantándose el Uesca pero remontando de forma increíble el conjunto blanquillo. Otro derbi raro, con alusiones periodísticas a la maldición de los azulgranas, que no logran vencer a sus vecinos del Ebro. Y reacción desde la capital aragonesa, pensando que esta victoria significaría una remontada en la clasificación que no llegó a producirse.

El resto del relato se cuenta fácil. En esta campaña 2016-2017, la SD Uesca ha rozado el ascenso a Primera División, clasificándose para el play-off tras quedar en cuarta posición. El Zaragoza quedaba relegado a jugar por no bajar a Segunda B. En este cruce de caminos, el Uesca se sitúa como primer equipo aragonés por primera vez en toda su historia. Todo ello aderezado con el episodio de Lalo Arantegui, director deportivo del Uesca que es contratado por el Zaragoza para la temporada siguiente. Otra más, para cavar el idilio de indiferencias y malas formas que ha caracterizado todo este carnaval bufonesco llamado deporte rey. El final de temporada ha dado para mucho en las redes sociales, con memes, chistes y provocaciones. La temporada 2017-2018 fue mágica para el conjunto altoaragonés; para empezar, en el séptimo derbi de la era actual lograrían su primera victoria ante el Zaragoza con un contundente 3 a 1, un lunes 6 de noviembre en El Alcoraz. Una victoria que consolidaba al equipo oscense en la segunda plaza de la clasificación, dejando al Zaragoza en la parte media-baja de la tabla, todo un baño deportivo que confirmaba un sorpasso largamente anunciado: baño, doloroso, sublime, losa abatida, etc. En la segunda vuelta, un enfrentamiento de dinámicas y necesidades, La Romareda abarrotada, y dos equipos luchando por subir a Primera, para vivir una victoria ajustada del equipo del león (1 a 0), en un encuentro muy táctico. Un espejismo de tres puntos en la clasificación, a falta de ocho jornadas. El 21 de mayo, el Uesca vence en Lugo por 0 a 2, confirmando de forma matemática su ascenso a falta de dos jornadas. Un hito histórico para la ciudad y su imaginario colectivo; el Real Zaragoza cae con el Numancia en los playoffs…, de esta forma la SD Uesca jugará en la máxima categoría, quedando el zaragocismo sumido en sus propias frustraciones y envidias. Pero ya conviene ir cerrando el asunto fútbol en esta rivalidad fato-cheposa.

Alejandro Quiroga (Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España, 2014) expone y argumenta sobre la fuerza del fútbol en la creación de las identidades nacionales, tanto estatales como subestatales. De hecho, el ciclo exitoso de la selección española ha sido reinterpretado con la idea-fuerza del vigor de una generación de deportistas, jóvenes, preparados y desinhibidos. Se trata de un proceso de construcción muy poderoso, por la importancia que se le da en las sociedades del siglo XXI al deporte. Un juego de imágenes, que para nuestro caso Uesca-Zaragoza, sirve de tabla de comprobación, de agitación de banderas locales, que generan, refuerzan y cohesionan a comunidades cercanas en el tiempo y en el espacio.

Conclusión paródica y precipitada

Tras escribir esta serie de párrafos algo inconexos, alguno habrá con deseo de encontrar conclusiones sobre la rivalidad entre Uesca y Zaragoza. Realmente no las hay, ya que las percepciones, sociales o culturales, son subjetivamente construidas, y por lo tanto, no se trata de demostrar nada, ni a favor ni en contra. La rivalidad está ahí, en una eterna mezcla de factores, muchos de ellos, universales, tal y como hemos ido comprobando.

                                                                           La distancia y la equidistancia de una rivalidad

La mentalidad aragonesa tiene una característica muy peculiar, el humor, somarda, ácido, autoparódico. El grupo zaragozano “Los Gandules” lo representa como pocos, ya que sus actuaciones musicales tienen ese toque provocador y gamberro. Cuando actúan en Uesca, juegan con la rivalidad, exorcizando los motes cheposo/fato y tratando de legitimar esa retranca tan aragonesa: “¡Hala, que los de Zaragoza tenéis una ermita al lado de una acequia!” -en referencia al Pilar y al Ebro-, les comentaron en una actuación (Clara Asín: “[Entrevista a Los Gandules], Diario del AltoAragón, 09/08/12). Ellos, reclaman la parrilla de oro, como forma de replantear que al fin y al cabo, el continuum identitario aragonés sigue su curso, con lo somarda por bandera.

Por eso en densidades urbanas como la zaragozana es complicado que entiendan con afecto (irónico) el cántico “Es cheposo el que no bote, es, es”, o la ridiculización de la Virgen del Pilar -asunto común el de satirizar a la virgen o al santo del pueblo vecino-. No hay líneas rojas, y el pez gordo cree que no sufre amenaza, hasta entrar en el terreno de la violencia simbólica. Estos piques dejan imágenes deliciosas, como los adoquines que se atragantan en las gargantas oscenses, esos supuestos tractores que aparcan los fatos al venir a Zaragoza, o las risas por el eterno olor a col que se respira justo antes de entrar a Zaragoza por la autovía que conecta con Uesca.

En 1960, el urbanista Kevin Lynch publica La imagen de la ciudad, una obra fundamental para entender los planteamientos de la denominada Geografía de la Percepción. En ella se trabajan elementos particulares del paisaje urbano por medio de conceptos como sendas, bordes, distritos, hitos y nodos. La clave de estos mapas mentales reside en que reproducen las visiones personales que tiene la gente sobre la ciudad. Las geografías individuales nos muestran preferencias, rechazos y atracciones muy peculiares. Si realizáramos un estudio cruzado en esta línea sobre Huesca y Zaragoza, en la que cada entrevistado trabajara sobre los elementos de la ciudad “rival” nos sorprendería el alto grado de tópicos y desconocimiento. A pesar de los 72 kilómetros. Ya lo expuso Owen Jones en Chavs, basta coger una parte por el todo, mezclarlo con ejemplos extremos y poco representativos, y ya tenemos un cocktail de clichés para lanzar a la opinión pública. De la gran ciudad a la tranquila urbe de tamaño medio. El trono del Pirineo o el corazón del valle del Ebro. Aragón como país volátil, que se escapa de las manos. Dos ciudades muy antiguas, que se complementan, y que seguirán haciéndolo, labrando su rivalidad en las pequeñas cosas de la vida.