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Deseidades y ruralidad en Aragón

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Parque Bruil, Zaragoza. Febrero 2015.

Este articulo parte de una perspectiva feminista o transfeminista, pues es necesario posicionarse ideológicamente. El feminismo es una actitud crítica y de acción, una herramienta eficaz para detener la desigualdad, la cual persiste aún en nuestros días, y de manera más acuciante en el mundo rural. Precisamente, lo que se pretende en este artículo es dar a conocer las problemáticas de la mujer rural aragonesa, tanto en un plano más personal, como en el laboral y en el social, en unos tiempos donde la crisis del neoliberalismo las sigue condenando a categorías inferiores que a las mujeres urbanas, ya que si se vuelve a crear trabajo se creará en la ciudades, tal y como muestra el último estudio sobre despoblación realizado por la Asociación contra la Despoblación en Aragón (2014),  dejando un medio rural despoblado, sin oportunidades ni servicios.
Sumado a estas cuestiones, la población femenina de las diferentes comarcas de Aragón, se han encontrado con una posición ambivalente a lo largo del tiempo, puesto que sólo de hecho, más no de derecho, han participado en la vida socioeconómica de su entorno, padeciendo todos los inconvenientes de trabajar en casa, en la explotación familiar o en la fábrica, en su negocio, entre otros,  pero ninguna de sus ventajas, ni derechos. En este sentido, la economía feminista de la ruptura es un terreno privilegiado para que ejercitemos nuevas prácticas y proporcionemos vivencias de autonomía para las mujeres.
La economía feminista de la ruptura, tal y como nos lo explica Pérez Orozco (2005) , pone en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida. Por lo que, esta perspectiva propone una estrategia alternativa: centrar el análisis en los procesos de satisfacción de las necesidades humanas. Esto supone introducir elementos tales como el afecto, el cuidado y el establecimiento de vínculos sociales. Supone también revalorizar y reconocer la especificidad de los trabajos femeninos. Para explicar estos planteamientos, la economista Mies (2001)  en su visión ecofeminista utiliza la metáfora de un iceberg, con una parte que aparece sobre el agua, que representa únicamente el capital y el trabajo asalariado, y, otra parte, bajo el nivel del agua, invisible, el trabajo doméstico gratuito de las mujeres. Se puede decir que todas las teorías tradicionales sobre nuestra economía solamente tienen en cuenta la cumbre del iceberg, limitándose a la venta de la fuerza de trabajo del adulto, generalmente masculino, por un salario. Además, en esta base invisible de la economía capitalista se cuenta también el trabajo de las pequeñas agricultoras y artesanas -que siguen cubriendo las necesidades de base locales- y los elementos naturales, hoy considerados como un bien gratuito, patentable y mercantil. De hecho, todo lo que se encuentra bajo tierra se ha convertido en un espacio a colonizar económicamente “por el hombre blanco occidental”, y aquí cobra importancia la agricultura ecológica a través de la producción  de alimentos tradicionales en relación con el ecofeminismo y el feminismo que lucha por la opresión de los seres vivos no humanos.

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Ilustración: Leticia Martinez @srtamar_tinez

A partir de estos planteamientos, la despoblación, el envejecimiento y el desequilibrio territorial constituyen uno de los problemas más relevantes de la sociedad aragonesa. Esto ha generado cierto desequilibrio entre las zonas urbanas, rurales e intermedias. En este sentido, la progresiva decadencia demográfica y económica de los núcleos rurales más pequeños viene motivados por el continuo trasvase de mano de obra desde las actividades agrícolas hacia el sector industrial y hacia el sector servicios de las áreas urbanas más cercanas. A esta situación ha contribuido de forma decisiva el éxodo de la mujer rural, ya que ha sido uno de los colectivos que más rápidamente se ha visto afectado por la emigración en busca de un empleo que no encontraban en su medio, sobre todo en el caso de las mujeres más jóvenes, además de buscar una mayor libertad en lo que se refiere a roles y estereotipos de género,  siendo éstas las causas fundamentales de los bajos índices de feminidad, lo que repercute claramente en la dinámica demográfica, así queda expresado en el mapa expuesto a continuación.

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Índice de feminidad. Fuente: IAEST

Dentro de este contexto sociodemográfico, se inscribe la discriminación en el mercado laboral aragonés. Las teorías sociosexuales estudian ciertas variables que son exteriores al mercado de trabajo y por tanto ignoradas en la economía clásica, es decir, el lugar subordinado que se asigna a la mujer en la sociedad y en la familia a través del trabajo reproductivo mientras que el varón se dedica al trabajo productivo. Estas teorías han analizado diferentes estereotipos de género que se visualizan en la segregación horizontal y vertical del empleo por sexos, dando como resultado una rueda de discriminación (ver infografía) que se propaga en los mercados, conjugando capitalismo y heteropatriarcado.

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Rueda de discriminación.

Precisamente, hablamos de segregación horizontal en el trabajo cuando se refiere a las dificultades de las personas en acceder a determinadas profesiones. Se verifica en la predominancia de las mujeres hacia los sectores tradicionales feminizados y la dificultad de las mujeres para acceder a cargos generalmente estipulados como “masculinos”. Sumado a esto, también las mujeres son frecuentemente afectadas por la segregación vertical en el trabajo, o sea, las dificultades que tienen para poder desarrollarse profesionalmente. Esta última segregación viene dada en su gran mayoría por la utilización del tiempo, la entrada del capitalismo está relacionada con el tiempo flexible a la empresa, es decir, si le das más horas de tu tiempo, tienes más posibilidades de ascender y así obtener mayores beneficios para la organización. Pero las mujeres salimos y entramos del mercado laboral  (intermitencia en el mercado laboral) con la necesidad de conciliar vida laboral y familiar, de ahí que seamos las que más trabajamos a tiempo parcial, en Aragón las cifras ascienden a un 60% de los contratos, por lo que no subimos de puesto o categoría en las mismas condiciones que los varones, encontrándonos con el denominado techo de cristal.
De esta manera, podemos decir que las políticas públicas dedicadas a la igualdad, son una mascará del patriarcado de consentimiento (Puleo,2006) en el que estamos inmersas, las cuales se traducen en “organiza mejor tu tiempo”, por lo tanto, no son feministas o transfeministas, ya que no se basan en la corresponsabilidad entre hombres y mujeres. Basta con citar un párrafo de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo  para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres,  para ver la opresión de la población femenina:
“con  la finalidad de que no recaigan sobre los empresarios los costes sociales de estos permisos, lo que podría ocasionar consecuencias negativas en el acceso al empleo, especialmente a la población femenina”.
Si ahora descendemos al ámbito comarcal, por un lado, en casi todas las comarcas es mayor el número de hombres afiliados al régimen general las diferencias oscilan entre un 13 % y un 18%. También,  la mayoría de las comarcas, al igual que en el conjunto de Aragón, presentaban economías terciarizadas, en donde las mujeres representan un gran porcentaje, pero la población masculina las supera en número. Sin embargo, cuatro comarcas, diferían: Matarraña/Matarranya, donde el mayor número de afiliados se registró en el sector primario, y Campo de Cariñena, Aranda y Ribera Alta del Ebro, donde predominaba el número de afiliados al sector industrial debido a la viticultura. Por lo tanto, puede decirse, que el servicio doméstico tradicional y las fabricas ya no significa, en muchos casos, la reserva de empleo para las mujeres rurales. Sí lo están los servicios comunitarios, sociales y personales, que han absorbido, durante los últimos diez años, a más de la mitad de las trabajadoras del sector
Sumado a esto, en las comarcas aragonesas son más los hombres que deciden abrir un negocio por cuenta propia. Las diferencias oscilan entre el 30% y el 40% respecto a la población femenina emprendedora  autónoma en todas ellas. Llegadas a este punto, también el sector de los servicios está considerado como el sector “femenino” por naturaleza, de ahí también que la mayor proporción  de negocios dirigidos por las mujeres de las distintas comarcas  se establezcan en el sector. La opción de emprender, por lo tanto,  también se caracteriza por un sesgo de género (ver gráficos).

Sectores de producción, Régimen General, Aragón, 2014 IAEST Subarbre
Sectores de producción, Régimen General, Aragón, 2014 / Fuente: IAEST
Sectores de producción, Régimen Especial de Autónomos, Aragón. 2014 IAEST Subarbre
Sectores de producción, Régimen Especial de Autónomos, Aragón. 2014 / Fuente: IAEST

De esta manera, en ambos régimen de afiliación,  el empleo de las mujeres se identifica con una alta concentración en pocas actividades, ramas y categorías y debe reconocerse como una clara manifestación de la segmentación horizontal del empleo. También hay que considerar que las mujeres pueden insertarse de manera masiva a este sector como una respuesta a la construcción social de trabajo femenino, dado que las identidades construidas en el ambiente familiar se proyectan y refuerzan en la división sexual del trabajo,  por ejemplo, actualmente juegan un rol determinante en el bienestar y desarrollo social  la educación y la salud, todos ellos sectores situados en la parte oculta del iceberg. Por ello, es necesario, una economía feminista de la ruptura para establecer la coeducación y que lo hombres también trabajen en estas esferas y, así, poder llegar a verdaderas cuotas de corresponsabilidad. En este sentido,   un nuevo sistema solo es posible si el eje de la organización social son las personas y no las necesidades del mercado laboral y del heteropatriarcado.
Desde esta mirada, las diferentes propuestas para el desarrollo rural  deben estar basadas en aspectos tales como que se reconozca que el trabajo de enfermería aporta más a la sociedad que el trabajo de venta de seguros de vida,  reconocer que el trabajo de enseñanza vale más que el trabajo de militar, que el trabajo agrícola vale más que el trabajo de construcción de centros comerciales, y que el trabajo de cuidados en la esfera doméstica contribuye más a la economía que el trabajo de servicios que realiza  un banco capitalista, o que el arte y la cultura proporcionan a la humanidad más saberes que la bolsa. También, una economía feminista de la ruptura es una economía ecológica, toma en cuenta el bienestar del medio ambiente en la producción, reproducción, distribución, comunicación, comercialización y el consumo que realiza. Resumiendo, se trata de un desarrollo cultural desde dentro y desde abajo, que tiene mucho de innovador pero también mucho de recuperación de las mejores tradiciones aragonesas, como, por ejemplo,  los nuevos negocios  de las emprendedoras comarcales a través de la elaboración de productos tradicionales.

Parque Bruil, Zaragoza 2015
Parque Bruil, Zaragoza 2015

A partir de todo lo expuesto, la economía feminista de la ruptura  nace como  herramienta para fortalecer la cultura de los habitantes del medio rural y su  patrimonio de conocimientos tradicionales, depositados en la experiencia de las mujeres, que son clave para la conservación de la biodiversidad, todos ellos, aspectos necesarios para frenar la despoblación, el envejecimiento y la masculinización del medio. Así, desde las políticas destinadas al desarrollo rural, como en su momento fueron los programas Leader, se debería  construir una propuesta  formativa a partir del conocimiento y  la sabiduría de la población rural  en general y de las mujeres en particular; no desde la homogenización que tiende a ver características comunes en la ruralidad y no necesidades especificas de las personas y de cada municipio concreto. Por lo tanto, las políticas públicas para el desarrollo local,  no atienden a las necesidades y deseos de la población, es decir, no tienen en cuenta las deseidades en la ruralidad.
Finalmente, la historia tiende a presentar los avances sociales conseguidos por las mujeres como la consecuencia de un progreso que marcha por sí solo, como el resultado de un proceso en el que, en todo caso, las mujeres no han influido. En cambio, la reconstrucción de la historia muestra que las mujeres sólo han logrado conquistas sociales allí donde y cuando ha habido mujeres trabajando y protagonizando esas conquistas. Han sido las luchas de muchas mujeres, las que nos permiten hoy gozar de derechos que en un pasado muy próximo fueron negados.


Texto: María Añover
Fotografías: Leticia Martínez (Srta. Martínez Pérez)