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Análisis

Precedentes de la guerra de Ucrania

Autor: Colectivo Cierzo Rojo

Es difícil elegir un punto de partida para explicar las causas históricas de la situación actual en Ucrania, podríamos hablar del Rus de Kiev, del Imperio Ruso de Catalina II la Grande y su victoria sobre los Otomanos en 1774, de la desintegración de dicho imperio y el nacimiento de la Ucrania contemporánea con la República Socialista Soviética de Ucrania, la desintegración de la URSS y la Ucrania post-soviética hasta el Golpe de Estado o “Revolución de colores” que fue la “Revolución Naranja” de 2005. Sin embargo, hay un grave punto de inflexión que es fundamental para comprender la situación actual y de hecho podríamos decir que ha sido la que ha conducido a ella.

Por supuesto nos referimos al Golpe de Estado del Euro-Maidán que comenzó a finales de 2013 y se consumó a principios de 2014. En 2013 gobernaba en Ucrania el Partido de las Regiones de Víctor Yanukovich, que había ganado las elecciones presidenciales en 2010 con un 35% de los votos, frente al 25% de la candidata más cercana en la primera vuelta, y un más ajustado 52% – 48% en la segunda vuelta.

A finales de 2013, dicho presidente se encontraba negociando con la Unión Europea un memorando de acercamiento con la misma, pero en el último momento decidió pensárselo mejor, pararse un momentito a leer la letra pequeña y valorar si realmente le interesaba al país dicho acercamiento en las condiciones propuestas por la UE: ese fue su final. A partir de ahí comenzó una campaña cuasi militar, por un lado, y mediática a nivel nacional e internacional por otro, para derrocarle y poner al frente de Ucrania a un gobierno totalmente sumiso a las demandas de occidente. Desde el exterior se alentaron manifestaciones masivas en Kiev para agotar al gobierno y hacerle huir. Recordemos que Kiev es una zona tradicionalmente más pro-occidente que el sur y el este de Ucrania, y es más fácil visibilizar un movimiento pro-UE aunque no sea el sentimiento mayoritario del conjunto del país.

La Unión Europea y Estados Unidos, a partir de ese momento, se comportaron con el gobierno legítimo ucraniano como los mafiosos que realmente son: o aceptas nuestras condiciones tal y como te las proponemos, y rompes vínculos con Rusia, o te echamos. Dicho y hecho. En cuestión de semanas, los manifestantes nacionalistas consiguieron sobrepasar a las fuerzas públicas de seguridad, y con ello hacer huir al gobierno. Entre estos manifestantes había un nutrido grupo de neonazis, que si bien, puede que no fueran una aplastante mayoría, sí eran lo suficientemente numerosos, violentos y bien armados, coordinados y organizados como para ser la fuerza de choque imprescindible para consumar el golpe.

La organización extra-parlamentaria que aglutinaba a la mayoría de estos neonazis era el Pravy Sektor o “Sector-Derecho”, un grupo que utiliza como emblema propio la bandera roja y negra de la Organización de Nacionalistas Ucranianos y de su brazo armado, el Ejército Insurreccional Ucraniano, es decir, los colaboradores de la Alemania Nazi en la II Guerra Mundial. Paralelamente, quizá algo menos violento, o menos organizado para serlo, pero mucho más numeroso y con representación institucional, estaba el partido fascista Svoboda (Libertad), llamado entre 1991 y 2004 Partido Social-Nacionalista de Ucrania. El Golpe de Estado difícilmente hubiera cuajado sin la coordinación de los principales interesados en echar del poder a un gobierno ucraniano que mantenía buenas relaciones con la Federación Rusa, por muy legítimo que éste fuera y por mucho que aún no hubiera terminado su mandato de 4 años.

Para quienes creen a pies juntillas el relato de los medios occidentales, les sonará a conspiración hablar de esta injerencia externa. Pero lo cierto es que los mismos instigadores tampoco se molestaron mucho en ocultarla: para la posteridad quedarán imágenes como la de Victoria Nuland, por aquel entonces representante del Gobierno de Obama para asuntos euroasiáticos. repartiendo galletitas entre los manifestantes golpistas de la Plaza Maidán, y reconociendo ella misma que Estados Unidos invirtió 5.000.000 de dólares para esta maniobra en Ucrania; las fotos de las visitas de apoyo del senador republicano John McCain (país que visita, país que destruye: también se pasó a hacerse la foto y la palmadita en la espalda a los terroristas islámicos en Siria y Libia) con las cabezas políticas del Golpe de Maidán; o el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estrechando sonriente la mano a una de dichas cabezas visibles, la del neonazi Oleg Tiagnibok, líder del anteriormente citado partido Svoboda.

Otra prueba evidente de la injerencia fue ver cómo en el Estado Español y en muchos otros países, la totalidad de los medios de comunicación masivos hicieron una campaña de propaganda de blanqueamiento e idealización de los manifestantes golpistas, y de demonización del gobierno legítimo. Ucrania se había convertido, de la noche a la mañana, en “el régimen de Yanukovich” para los medios de alienación de masas, sin importar que hubiera sido un presidente elegido democráticamente 3 años antes y que su mandato aún no hubiera concluido. El intento de contener a las masas de ultranacionalistas violentos mediante el uso de la fuerza policial se convirtió en “brutal represión” a pesar de que la policía ucraniana apenas tenía armas de fuego y el gobierno prohibió el uso de las mismas. No tenían ni siquiera pelotas de goma ni armamento no letal realmente eficiente, esto unido a la abismal inferioridad numérica de la policía frente a los manifestantes y a que estos cada vez estaban mejor armados y preparados (escudos, palos protección corporal similar a la de la policía, etc.) fue agotando a la policía y al gobierno y descompensando la balanza a favor de los nacionalistas.

Estos manifestantes tampoco fueron tachados de violentos, de nazis, de fascistas, ultranacionalistas, golpistas, ni de agentes extranjeros por la prensa occidental. Muy al contrario, los dulcificaron y santificaron: “manifestantes pro-democracia”, “manifestantes pacíficos”, “manifestantes pro-europeos”, “15M Ucraniano”, “indignados” “oposición democrática” y por supuesto hablaban de su movimiento como una “revolución”, o como “el pueblo ucraniano” dando a entender que todo el pueblo ucraniano eran o estaban con ellos, como si todo el pueblo ucraniano pensara igual, como si el pueblo ucraniano fuera un ente monolítico, cuando en realidad no representaban ni siquiera a la voluntad mayoritaria del pueblo ucraniano, aunque fueran muy numerosos y ruidosos en Kiev y en el oeste.

Ya hacia finales de febrero de 2014, pudimos asistir atónitos al que probablemente sea el primer triunfo de un Golpe de Estado violento sin uso masivo de armas de fuego por parte de los golpistas y sin una sublevación del ejército, la policía u otra fuerza armada del Estado. Un estado que renunciaba a sí mismo, a la pieza que hace que un Estado pueda ser llamado tal: el monopolio de la violencia. El gobierno ucraniano que controlaba los resortes del Estado se estaba suicidando, estaba renunciando al monopolio de la fuerza en favor de los manifestantes.

Y decimos sin un uso masivo, porque, efectivamente, comenzaron a aparecer las primeras armas de fuego en manos de los manifestantes, al principio armas ligeras, pistolas y carabinas que mataron e hirieron a varios policías. El objetivo era seguramente hacer flaquear a las fuerzas policiales Berkut que se enfrentaban día y noche a ellos; o bien que éstos al ser atacados por armas de fuego, respondieran haciendo uso de las suyas y así acusarlos de sanguinarios represores en los medios de comunicación occidentales: cualquiera de las dos opciones le valía a la oposición anti-democrática ucraniana.

Pero ni por esas fue suficiente, así que hacia el 20 de febrero comenzaron a aparecer unos misteriosos francotiradores que dispararon tanto a manifestantes como a policías para crear todavía más caos (mismo patrón que en otros lugares como Siria o Venezuela), los muertos se contaban por cerca del centenar, aunque los medios de comunicación occidentales daban a entender que todos los muertos eran manifestantes y por lo tanto causados por la policía, obviando cuidadosamente que a esas alturas ya había decenas de policías muertos y de entre los cientos de agentes heridos, muchos de ellos lo eran por armas de fuego.

Tampoco nos dijeron inicialmente quiénes eran los misteriosos tiradores, pero algunos ya sospechábamos que, siendo que, disparaban tanto a manifestantes como a policías, objetivamente beneficiaban a los intereses de la oposición golpista y, por lo tanto, o bien pertenecían directamente a ella, o eran coordinados por alguien interesado en que ésta ganara el pulso. Nuestras sospechas se vieron confirmados días más tarde por algunos de los propios instigadores extranjeros del golpe, cuando se filtró un audio de Catherine Áston, alta representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, con el Ministro de Exteriores de Estonia (país miembro también de la OTAN desde 2004), El propio ministro confirmó que el audio era auténtico y Aston tampoco lo desmintió.

Al final Yanukovich y su gobierno huyeron de Kiev y de Ucrania, y la hidra de tres cabezas visibles de la oposición pro-OTAN/UE se hicieron con el poder. Estas tres cabezas, que los mass media se dedicaron a publicitar y ensalzar durante los meses previos eran Oleg Tiagnibok, líder del partido fascista Svoboda y los líderes de otros dos partidos de la derecha “moderada” (todo lo moderado que puede ser un golpista) y pro-Unión Europea: el exboxeador Vitaly Klitscho de UDAR y Arseni Yatseniuk, líder provisional del partido Batkivshchyna “Patria”, pues la líder de dicho partido, Yulia Timoshenko, se encontraba en ese momento en prisión, debido a los escándalos de corrupción en los que se vio involucrada cuando estuvo en el gobierno pro-occidental de Yushenko entre 2005 y 2010. Gobierno, por cierto, también surgido de una especie de Golpe de Estado conocido como la Revolución Naranja.

Para dar una imagen de cierta legalidad a su Golpe de Estado, y su nuevo gobierno, la oposición realizó unas sesiones en la Duma en las que se votó la destitución de Yanukovich y su Gobierno por “abandono de funciones” (los mismos que te obligan a huir del país, te destituyen por “abandono de funciones”, el colmo del cinismo) y se votaron a sí mismos como nuevo gobierno “interino”, eufemismo utilizado por ellos y por sus voceros españoles, y occidentales en general, para no hablar de golpismo. Por supuesto, a estas sesiones no acudieron la mayoría de los diputados del Partido de las Regiones, y de entre los que sí acudieron muchos se vieron amenazados o incluso agredidos o linchados por los nuevos amos de la calle, los escuadristas del Pravy Sektor y Svoboda que se apostaron en la puerta de la Duma estatal para impedir su entrada. Algo parecido pasó con los 32 diputados del Partido Comunista de Ucrania (casi 2.700.000 votos en las parlamentarias de 2012, quedando por delante en votos de los fascistas de Svoboda y muy cerca de UDAR de Klitschko) que se les impidió el ingreso en la Duma.

Durante, y sobre todo después del Maidán, se desencadenó una brutal caza de brujas contra los comunistas ucranianos por parte de los paramilitares de Pravy Sektor, Svoboda y otros grupos fascistas. Se asaltaron sedes del Partido Comunista, se hicieron quemas públicas de las banderas, libros y publicaciones que se encontraron en las sedes, al más puro estilo Alemania años 30, hasta se linchó, agredió salvajemente y asesinó a muchos de nuestros camaradas. Los nuevos amos de la situación se dedicaron también a derribar estatuas de Lenin y vandalizar y destruir los monumentos a la victoria soviética contra la Alemania nazi y a los hombres y mujeres que la hicieron posible.

Los tradicionales desfiles del 8 de mayo, donde veteranos de la Gran Guerra Patria conmemoran la victoria sobre la Alemania nazi, fueron a menudo asaltados también por estas escuadras y los jóvenes nazis se dedicaron a pegar cobardemente a estos ancianos comunistas y antifascistas dispuestos a no olvidar la historia. Por supuesto, a los pocos meses, tanto el Partido de las Regiones como el Partido Comunista de Ucrania fueron formalmente ilegalizados, aunque de facto ya estaban proscritos.

Aunque largo, este artículo es sólo un breve resumen del golpe de Estado que la UE-OTAN materializaron en el invierno de 2013-2014 para derribar a un gobierno legítimo, dispuesto a priori a establecer buenas relaciones con la Unión Europea, e incluso a entrar en ella, pero también partidario de mantener los vínculos económicos e históricos con la vecina Rusia. Con esta primera parte pretendemos desmentir una de las falacias fundamentales de la propaganda con la que los mass media nos bombardean el cerebro constantemente desde hace unas semanas.

Esos medios, dan por supuesto, o a veces incluso lo afirman explícitamente, que Ucrania es un régimen democrático al estilo de las democracias burguesas multipartidistas de Europa y que su presidente Zelensky es un gran defensor de la democracia y ahora prácticamente también un héroe de guerra.

Ni Zelensky, ni anteriormente Petro Poroshenko son ningunos demócratas por mucho que hayan sido elegidos en las urnas, ya que las elecciones no han sido para nada justas, con partidos como el de las Regiones (el más votado mientras fue legal), o el Partido Comunista ilegalizados desde hace 8 años y sin opción a reinventarse con otras siglas ni a la participación política, ni siquiera en la calle fuera de las instituciones. Zelensky y Poroshenko han sido dos rehenes, aunque rehenes con gusto, de los neonazis y neofascistas ucranianos y de los oligarcas pro-occidentales que los financian y auparon al poder en 2014 (incluidos algunos de origen judío y sionistas como Igor Kolomoisky), y estos oligarcas a su vez unas marionetas de la OTAN.

La burguesía imperialista occidental, una vez más, muestra su verdadera cara, impone a los pueblos su sistema político, pero cuando incluso jugando con sus propias reglas ganan las opciones que no le interesan, rompe la baraja, pisotea los derechos y decisiones soberanas de los pueblos y saca a pasear a sus mamporreros fascistas para imponer su agenda internacional, lo hemos visto a lo largo y ancho del mundo, en Ucrania en 2005 y 2014, pero también en muchos lugares de Latinoamérica, como Bolivia o Venezuela.

En resumen, el Golpe de Estado del Euro-nazi-Maidán triunfó claramente en la capital, Kiev y en el resto de la zona centro-oeste de Ucrania, pero ¿qué pasó después? ¿qué pasó en el resto de Ucrania, en el centro y el sur donde los habitantes habían votado tradicionalmente por unas buenas relaciones con Rusia y el respeto mínimo al legado material y simbólico de la Unión Soviética? ¿se quedarían de brazos cruzados mientras los discípulos de Stephan Bandera pisoteaban sus derechos, sus decisiones soberanas, su lengua, su economía y sus costumbres y tradiciones? Esto lo dejamos para la segunda parte de este artículo.