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Precedentes de la guerra de Ucrania (Parte II)

Este artículo es la segunda parte de éste. Por lo que te recomendamos que lo leas antes, en el caso de que no lo hayas hecho.

Autor: Colectivo Cierzo Rojo

Como decíamos en la primera parte de este artículo titulada “Precedentes de la guerra de Ucrania (Parte I)”, a finales de febrero de 2014 el Golpe del Maidán había triunfado en Kiev y en el oeste del país, y los partidos de la oposición habían nombrado a un nuevo “presidente interino”: Alexander Turchínov del partido “Patria”, el partido perdedor de las elecciones de 2010.

Sin embargo, en el sur y el este de Ucrania, de donde procedían la mayoría de los votos del depuesto gobierno del Partido de las Regiones, las cosas no parecían tan claras. A la mayoría de los habitantes del sur y el este del país no les hizo ninguna gracia que se pisoteara su voluntad decidida a través de las urnas (y ya era la segunda vez que esto ocurría si contamos la “Revolución Naranja” de 2005), pero ese hecho por sí solo no fue el único detonante de la ola de protestas anti-Maidán que desembocaron en una especie de contra-golpe popular en todo el sur y este de Ucrania.

El nuevo gobierno pro-occidental comenzó a hacer cada vez más explícita una retórica y unas acciones rusófobas, ya no solo contra la vecina Rusia propiamente dicha, sino contra todas las minorías étnico-culturales y lingüísticas del país y muy especialmente contra los habitantes rusófilos y/o rusohablantes de todas las zonas del sur y este de Ucrania.

Quizá la medida más ofensiva fue la decisión del nuevo gobierno de eliminar la cooficialidad de la lengua rusa, la segunda más hablada de Ucrania, pero también dolieron mucho en esas zonas rusófonas los ataques a los símbolos rusos y soviéticos como la destrucción sistemática de estatuas de Lenin y de monumentos a los héroes soviéticos de la Gran Guerra Patria que lucharon contra la Alemania nazi (frente a ellas y para protegerlas se organizaron algunas de las primeras concentraciones anti-Maidán). Mientras, se rehabilitaba y se homenajeaba a los seguidores de Stephan Bandera y la OUN-UPA, los colaboracionistas ucranianos de los invasores nazis en la II Guerra Mundial.

Se oficializaba un discurso de odio, ya presente, de hecho, en las calles del oeste del país y sobre todo durante el Maidán, que culpaba a Rusia de todos los males de la Ucrania post-soviética, y señalaba a los “Moskals” (o “Moscovitas” palabra despectiva usada por los nacionalistas del oeste para referirse a los rusófonos del este y el sur) como traidores, quinta columna de Rusia y culpables de todos los males habidos y por haber.

Vamos a matarlos”, “muerte a los enemigos”, “Bandera volverá y limpiará la basura” son solo algunos de los lemas que se podían oír en las marchas de antorchas, desfiles y manifestaciones de Svoboda, Pravy Sektor y demás grupos nazis y ultranacionalistas que campaban a sus anchas por la calle. En las instituciones, los nuevos amos de la situación tampoco hicieron muchos ascos a este discurso, al fin y al cabo ¿por qué enfrentarse a los que les habían puesto en el poder?

En el oeste de Ucrania una parte numerosa de la población comenzó a jalear y entonar una especie de “¡A por ellos!” como el que vimos en muchos cuarteles en vísperas de la represión policial contra el referéndum de Cataluña en 2017. Parecido, a ese “a por ellos” pero a lo bestia.

Por último, pero no por ello menos importante, los habitantes del sur y este de Ucrania tampoco verían con buenos ojos las intenciones del nuevo gobierno de incorporarse a la Unión Europea, ni mucho menos a la OTAN. Ciertamente el sur y el este de Ucrania son las zonas más desarrolladas y más industrializadas y con abundantes materias primas fósiles como el carbón, especialmente en la cuenca del Donbass. La entrada en la Unión Europea supondría una vuelta de tuerca más del capitalismo y la sobreexplotación, destrucción del tejido productivo industrial, y con él, de innumerables puestos de trabajo, paro, precariedad, pérdida de soberanía, privatizaciones y la ruptura de relaciones económicas con Rusia, mucho más justas y ventajosas que a las que pudieran aspirar incorporándose a la Unión Europea, por cierto.

Puede que gran parte de la población del centro y oeste de Ucrania se vieran seducidos por los cantos de sirena del sueño europeo; pero para los habitantes de las zonas rusófilas no estaban las cosas tan claras, y más viendo el daño económico causado a otros países de segunda fila que se unieron a la Unión Europea, como el Estado Español, sin ir más lejos.

Así las cosas, la gente del este y sur de Ucrania comenzó a despertar, pasaron de la indignación a la acción, pasaron de estar a la defensiva haciendo cadenas humanas para proteger estatuas de Lenin de la ira de las escuadras del Pravy Sektor, a asaltar las usurpadas sedes de poder locales y regionales y dar un contragolpe popular.

A partir de aquí se dieron tres situaciones distintas que vamos a desglosar por áreas geográficas: las dos primeras lo haremos en esta segunda parte del artículo, y la otra en una tercera parte.

CRIMEA:

La península de Crimea ha pertenecido a Rusia desde que en 1783 Catalina II la Grande se la arrebatara al Imperio Otomano. Incluso en la era soviética pertenecía a la RSFS de Rusia y no a la RSS de Ucrania, hasta que Jruschev decidió transferirla de Rusia a Ucrania en 1954. Esto no fue un gran problema hasta la desaparición de la URSS cuando la Federación Rusa y los habitantes de Crimea entraron en tensión por la cuestión de Crimea con Ucrania.

Al final, ambas naciones ex-soviéticas pactaron que la península se la quedaría Ucrania, pero eso sí, se le permitiría a Rusia mantener su histórica base naval de Sebastopol como sede de la marina rusa en el Mar Negro. Otra parte de la Flota soviética del Mar Negro se la quedó Ucrania, con Odessa como su principal base naval.

Además, Crimea tendría una autonomía especial, mayor que la del resto de las regiones de Ucrania, se constituiría como una República Autónoma (con capital en Simferópol), y no como un oblast como en el resto de Ucrania, también recibiría un estatuto especial la ciudad de Sebastopol y su puerto, por el que Rusia ha pagado religiosamente una cantidad millonaria anual a Ucrania y el contrato por esa cesión está firmado hasta el año 2042.

Durante la consumación del golpe de Estado, el movimiento popular anti-Maidán en Crimea fue creciendo y tomando fuerza, se dieron manifestaciones en las dos ciudades más importantes y grandes de la península: Simferópol, capital de la República Autónoma y Sebastopol, sede de la flota rusa del Mar Negro.

Crimea siempre ha sido la zona de ucrania de mayor sentimiento ruso y ahí apenas se dieron movimientos pro-Maidán autóctonos. Pese a ello, y ante lo que les pudiera venir encima, la gente se organizó en grupos de autodefensa para prevenirse de cualquier maniobra agresiva de las nuevas autoridades usurpadoras de Kiev propiamente dichas, o de la llegada de los escuadrones paramilitares ultraderechistas que las habían aupado al poder.

Las autoridades de la República Autónoma finalmente pidieron ayuda oficialmente a la Federación Rusa y anunciaron un referéndum para consultar a la población la posibilidad de integrarse en ella. Tropas rusas sin distintivos tomaron los centros estratégicos de poder civil y militar en cuestión de horas sin disparar un solo tiro.

Las tropas rusas en su mayoría no tuvieron que venir de muy lejos, estaban en Sebastopol y simplemente se extendieron por el resto de la península, cortaron el paso a la posible llegada de paramilitares del Pravy Sector y Svoboda en el istmo de Perekop y rodearon las bases de las unidades militares navales y terrestres ucranianas en la península.

Los militares rusos no tomaron una actitud hostil con los militares ucranianos, al final estos últimos se pasaron en masa al lado de las autoridades de la República Autónoma de Crimea, cabe suponer que los que fueran oriundos de otras zonas de Ucrania regresarían a sus hogares o a bases militares bajo control ucraniano fuera de la península de Crimea. Las autoridades políticas, funcionarios y policías también desconocieron al nuevo gobierno usurpador ucraniano de la Junta de Kiev y anunciaron su fidelidad a la República Autónoma de Crimea.

El referéndum se celebró finalmente el 16 de marzo de 2014, con las tropas rusas y autoridades crimeanas como garantes de que ninguna fuerza de los golpistas entrase en la península e impidiera la celebración del referéndum. El resultado fue, como era de esperar teniendo en cuenta los antecedentes históricos, demográficos y los resultados de referéndums anteriores, de una aplastante mayoría a favor de la integración de Crimea en la Federación Rusa.

Concretamente cerca de un 96%. La cuestión de Crimea pues, se resolvió de manera rápida, limpia e incruenta. En Crimea Rusia tenía cierta legitimidad legal para entrar, y además la capacidad de hacerlo de manera rápida y fácil sin dar pie a un conflicto directo con Ucrania.

La legitimidad legal radicaría en la petición de ayuda de las propias autoridades de la República Autónoma de Crimea a Rusia para celebrar el referéndum, posteriormente el resultado del propio referéndum una vez celebrado y la pertenencia de Crimea a Rusia desde el siglo XVIII hasta 1954.

Por supuesto, los “socios” europeos y estadounidenses no reconocieron el resultado y se dedicaron a sembrar la duda y desconocerlo, ya que no habían logrado impedir que la gente votara. La capacidad de tomarla fácilmente radicaba en el hecho de ser una península; con una cantidad mínima de tropas terrestres se pudo cortar el estrecho istmo que une Crimea con la parte continental, esto sumado a la superioridad aérea y naval rusa en la zona y con una población y autoridades no hostiles en el interior de Crimea, hacía que Rusia pudiera tomar (o más bien recuperar) la península sin entrar en guerra directa con Ucrania. Pero, por desgracia, los acontecimientos no se resolvieron de una manera tan limpia e incruenta en el resto de las zonas rusohablantes del sur y el este de Ucrania.

JÁRKOV, ODESSA Y RESTO DEL ESTE Y SUR DE UCRANIA (SALVO DONBASS):

En las capitales y otras ciudades de los Oblast de Odessa, Kherson, Mikolayev, Zaporiya, Dnipropetrovsk, Lugansk, Donetsk y Járkov se dieron fuertes protestas contra el golpe de Estado y pidiendo en un principio la federalización de Ucrania. Querían que las regiones tuvieran más autonomía, que Ucrania fuera un estado federal al estilo de otros muchos del mundo, sin ir más lejos la vecina Rusia, y pudieran autogobernarse en vista de que no se habían respetado sus derechos y que además de usurpar el poder central en Kiev, los golpistas del Maidán también tenían capacidad, según la constitución ucraniana, de quitar y poner a su antojo gobernadores regionales.

Los gobernadores no son votados directamente por los ciudadanos de sus regiones si no por el gobierno de Kiev. Ya que no se habían respetado su decisión en el gobierno central y ahora existía un gobierno golpista, al menos que ese gobierno golpista no nombrara a los gobernadores regionales y fueran nombrados por los ciudadanos de sus respectivas regiones, algo como lo que ocurre en las comunidades autónomas españolas, por ejemplo.

En este punto cabe hacer una reflexión que, por supuesto no hemos visto en los grandes medios de comunicación, pero tampoco en los medios alternativos. En Ucrania hasta 2014 (quizá con la excepción de Crimea) no había existido un movimiento político en los oblast del sur y el este del país que reivindicara separarse de Ucrania, como los movimientos independentistas que podemos conocer en el Estado Español, Escocia, Córcega, etc. Puede que mucha gente se sintiera más rusa que ucraniana, que fueran personas de lengua y etnia rusa y ciudadanía ucraniana, pero no les causaba gran problema pertenecer al estado ucraniano, se conformaban con poder vivir (o más bien sobrevivir desde la desaparición de la URSS) y trabajar en paz.

Ese equilibrio voló por los aires con el Euro-Maidán, los vientos de odio que soplaban desde el oeste no auguraban nada bueno, la gente empezó a pedir la federación de Ucrania o la independencia de los distintos oblast, como paso previo, o no, a unirse a la Federación Rusa, pero en cualquier caso bajo la protección de esta como Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria.

Una gran parte de la población sentía que ya no quería ser ucraniana, que ya no querían pertenecer a Ucrania, al menos no a esta Ucrania nacida tras el golpe de estado fascista de 2014, un país que les señalaba, perseguía y les consideraba, en el mejor de los casos, ciudadanos de segunda.

En nuestra opinión, este hecho de que no hubiera un movimiento independentista anterior, habla bien del carácter de la gente del sur y el este de Ucrania, no querían líos, sus sentimientos rusos no eran motivo suficiente para querer irse de Ucrania, mientras se les respetara la cultura, el idioma, etc. El querer dejar de ser ucranianos no fue producto de ningún capricho si no de una necesidad vital de pura supervivencia.

En cualquier caso estos movimientos “pro-rusos” como los han venido llamando los medios occidentales, no llegaron a cuajar ni a hacerse con el poder en las citadas ciudades y regiones homónimas salvo en una parte de Lugansk y Donetsk. Cabe suponer que la mayoría de estos movimientos fueron duramente reprimidos, ya fuera por las fuerzas policiales regulares del nuevo régimen o por sus mamporreros ultraderechistas del Maidán, ahora con complicidad de la policía y autoridades y acceso a armas de fuego.

Esto lo suponemos en la mayoría de los lugares citados, pero en Járkov y Odessa conviene detenerse ya que lo sabemos a ciencia cierta y son conocidos detalles de dicha represión.

Járkov y Odessa no son dos ciudades cualesquiera. Son la segunda y tercera ciudades más grandes de Ucrania con unos fuertes vínculos históricos con Rusia y centros de dos polos económicos, industrial terrestre en el caso de Járkov y portuario en el caso de Odessa.

Járkov se encuentra en el noreste de Urania, muy cerca de la frontera con Rusia. En la II Guerra Mundial se dieron aquí hasta 4 batallas entre las tropas invasoras de la Alemania nazi y el Ejército Rojo de la URSS.

En algún momento del Maidán los ultranacionalistas tuvieron la suficiente fuerza como para tomar el edificio de la Administración Regional, pero el ambiente general de la ciudad no les era demasiado favorable, y la población acabó reaccionando; una multitud de miles de personas se juntó en la plaza que hay frente al edificio y se enfrentó prácticamente desarmada a los escuadristas.

Estos estaban fuertemente armados al estilo Maidán; con palos, bates de baseball, escudos arrebatados a la policía, viejos cascos de guerra del desaparecido ejército soviético y protecciones corporales, pero apenas eran unas decenas de personas, o un centenar a lo sumo, frente a una multitud de civiles federalistas, que a costa de muchos heridos les acabaron haciendo prácticamente prisioneros. La policía permaneció inactiva durante estos acontecimientos, no intervino en favor de uno ni de otro bando.

A continuación, el día 7 de abril se proclamó la República Popular de Járkov. La República apenas duró 24 horas, y nunca se pudo llegar a celebrar un referéndum de autodeterminación, puesto que las nuevas autoridades de Kiev lo impidieron. Járkov está mucho más cerca de Kiev que Donetsk y Lugansk y la “Operación antiterrorista” lanzada por el nuevo gobierno usurpador de Alexander Turchínov y compañía, contra todo el sur y este de Ucrania “separatista” tomó Járkov y disolvió la República.

Járkov es una de las ciudades más rusófilas de ucrania, el feudo más importante del Partido de las Regiones, hasta el punto de que cuando Yanukovich sale de Kiev a finales de febrero de 2014 no lo hace en principio para huir a Rusia o a Crimea, si no hacia Járkov, donde estaba programado un congreso de su partido.

Por lo tanto, los nacionalistas radicales ucranianos no son una mayoría como en Lviv u otras ciudades del oeste, ni tampoco son tan numerosos como en Kiev, pero en una ciudad de un millón y medio de habitantes como es Járkov, eran capaces de juntar algunos centenares de jóvenes. En Járkov el movimiento ultraderechista se vincula principalmente con la hinchada neonazi de FC Metalist.

A pesar de no ser ni mucho menos mayoritarios en Járkov, gracias a la complicidad de las nuevas autoridades, a partir del 8 de abril de 2014 los ultranacionalistas han impuesto su régimen de terror en la ciudad “pro-rusa” más grande de las que controla Kiev.

La soleada ciudad portuaria de Odessa ha sido una de las ciudades más rusas de Ucrania. Se encuentra a orillas del Mar Negro, donde arranca el “saliente” de ucrania que se adentra hacia el sur, entre dicho mar y Rumanía y Moldavia. Fue fundada por el almirante español José de Ribas al servicio de la Armada Imperial Rusa de Catalina la Grande. Durante el siglo XIX se convirtió en una de las ciudades más cultas y refinadas del Imperio Ruso, también era una de las que más avances tecnológicos en arquitectura, urbanismo y otras ciencias atesoraba.

Fue una de las ciudades más grandes del Imperio Ruso y uno de sus cuatro grandes puertos: San Petersburgo como salida al Mar Báltico, Vladivostok al Pacífico y Sebastopol y Odessa al Mar Negro. En la Guerra de Crimea, a mediados del Siglo XIX fue bombardeada desde el mar por las flotas británicas y francesas, aliadas de los turcos.

Pero el hecho histórico que más fama ha dado a la ciudad y la ha hecho conocida en todo el mundo más allá del mundo ruso-eslavo, es la sublevación de los marineros del Acorazado Potemkin en 1905, llevada al cine 20 años después por el director soviético Sergei Eisenstein. Durante la Revolución de 1905 los marineros del Acorazado de la Marina Imperial Rusa se sublevan contra el régimen zarista y deciden apoyar a los obreros en huelga revolucionaria de la ciudad de Odessa.

La película soviética, considerada por algunos la mejor, o una de las mejores obras maestras del séptimo arte, narra estos acontecimientos y una de sus escenas más famosas es el momento en el que las fuerzas zaristas cargan brutalmente contra una manifestación de trabajadores revolucionarios, matando a decenas de hombres, mujeres y niños. En ese momento se produce la famosa escena del carrito del bebé cayendo por la monumental escalinata de 200 peldaños que conecta el puerto con el resto de la ciudad. Tal fama le dio que durante la Unión Soviética se le cambió el nombre a la escalinata por el de Escalinata Potemkin.

En junio de 1941 cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética, las tropas alemanas y rumanas atacaron rápidamente la ciudad. Fue la primera gran ciudad de Europa en ofrecer una resistencia significativa contra las tropas del Eje, aunque nada comparado con lo que estaba por venir en Sebastopol, Stalingrado, Leningrado… En la ciudad y sus alrededores fueron asesinadas durante la ocupación nazi alrededor de 300.000 personas.

Con tales antecedentes, y teniendo también en cuenta que los habitantes de Odessa en años anteriores habían votado por partidos rusófilos como el Partido de las Regiones o el Partido Comunista, era más que esperable que hubiera una fuerte contestación popular al Maidán.

Durante marzo y abril de 2014 hubo manifestaciones anti-Maidán y a favor de la federalización de Ucrania, también hubo choques en las calles con los elementos de extrema derecha del Pravy Sektor y Svoboda, que, al igual que en Járkov, a pesar de ser una minoría, en una ciudad tan grande como Odessa (1 millón de habitantes) eran capaces, por sí solos, de juntar varias decenas o algún centenar de personas.

Es curioso observar cómo, hoy que hay un enfrentamiento armado directo entre dos estados como son Rusia y Ucrania, los mass media nos pintan ciudades como Odessa, Mariupol, Járkov, Jersón o Mikolayev como ciudades muy ucranianas y mucho ucranianas.

A nosotros, que llevamos investigando y trabajando el tema de Ucrania a fondo desde hace 8 años, y que antes incluso teníamos algún conocimiento, aunque fuera básico, sobre la historia de la República Socialista Soviética de Ucrania, no nos engañan.

Odessa ha sido una ciudad rusa, sin matices, desde su fundación hasta la Revolución rusa, y a partir de la misma, y hasta 1991 fue una ciudad soviética de la República Socialista Soviética de Ucrania y con un altísimo porcentaje de la población de habla, etnia, cultura e identidad rusa.

La más masiva de las manifestaciones que se dieron esa primavera en Odessa fue la del 1º de Mayo. Miles de personas salieron a las calles por el Día de los Trabajadores a mostrar su rechazo al fascismo y al gobierno golpista de Kiev y a manifestarse en favor de la democracia, la federalización de Ucrania, la celebración de un referéndum y el respeto a la población y sus símbolos.

Se podían ver banderas de Rusia, pero también se veían todavía banderas de Ucrania, banderas soviéticas de todo tipo, banderas del oblast de Odessa (colores rojo blanco y amarillo) y muchas personas caracterizadas como soldados soviéticos de Gran Guerra Patria y portando retratos de sus abuelos caídos en la Guerra contra la Alemania Nazi.

En Ucrania, en Rusia y en muchos países ex soviéticos, existen todavía unas vacaciones de primavera (parecidas a nuestra Semana Santa), que va del 1 de Mayo (Dia del Trabajador) al 9 de Mayo (Día de la Victoria contra los nazis en 1945). Aprovechando esas vacaciones, el 2 de mayo muchos ultras del F.C. Metalist de Járkov y del F.C. Chernomorets de Odessa se desplazaron a la ciudad para asistir a un partido de amistoso de fútbol entre ambos equipos. Hay que recordar que, a pesar de ser ciudades rusófilas, los ultras tanto del Metalist como del Chernomorets son de extrema derecha.

También acudieron autobuses con nacionalistas radicales ucranianos desde Kiev y el oeste de Ucrania, no necesariamente relacionados con el mundillo de los ultras del fútbol, de tal manera que el clásico cortejo de aficionados hacia el estadio se convirtió en una manifestación de exaltación nacionalista y de gritos de “muerte a los moscovitas” al estilo de las que se hacían en Kiev y el oeste.

La manifestación acabó desviándose hacia el Campo Kulikovo, la gran plaza ajardinada donde se encuentra la Casa de los Sindicatos de Odessa, lugar donde la organización antifascista Borotva y el Partido Comunista de Ucrania habían montado un campamento para recoger firmas contra el Maidán y por la federalización de Ucrania.

Los antifascistas y comunistas que allí estaban pronto fueron superados por miles de neonazis y ultranacionalistas que iban llegando, por lo que abandonaron el campamento y se refugiaron en el interior del edificio de la Casa de los Sindicatos. Los fascistas comenzaron a quemar las tiendas de campaña del campamento y luego prendieron fuego a la misma Casa de los Sindicatos con los manifestantes dentro.

Existen un sinfín de imágenes terribles y muy reveladoras de estos sucesos, que a partir de ahora serán conocidos como la Masacre de Odessa: individuos disparando con pistolas hacia las ventanas del Sindicato donde se habían refugiado los antifascistas; niñas y chicas ucranianas muy jóvenes con garrafas de gasolina y embudos preparando a conciencia cócteles molotov con los que se prendió fuego a la Casa de los Sindicatos; Levgeniia Kraizman cabecilla del sospechoso grupo Femen posando delante de la Casa de los Sindicatos mientras ardía en llamas… (no era la primera vez que se veía a las de Femen compadreando con neonazis ucranianos y bielorusos).

El resultado fue de 48 comunistas y antifascistas asesinados, la mayoría de ellos quemados vivos en el interior del edificio de los sindicatos, otros saltaron por las ventanas y fueron rematados con palos y bates de baseball al caer. También hay imágenes de una mujer embarazada estrangulada con el cable de un teléfono en un despacho del Sindicato.

La policía de uniforme no actuó en ningún momento para impedir la matanza mientras duró el ataque, habría que ver quiénes eran los personajes que dispararon con pistolas hacia las ventanas del edificio, si eran policías de paisano, el SBU (Servicio de Seguridad de Inteligencia de Ucrania) o quién. Se impidió y retrasó deliberadamente la llegada de los bomberos y servicios de emergencia durante los primeros y cruciales minutos, además de los muertos, hubo cientos de heridos. No solo no se detuvo a ninguna persona del grupo agresor, si no que hubo cientos de detenidos entre los supervivientes de la matanza.

El régimen ucraniano lleva más de 8 años negándose a investigar tal masacre, por supuesto durante la presidencia “interina” de Turchínov durante el cual se cometió, pero también durante los años de Poroshenko y del hoy idolatrado Zelensky.

Cabe destacar que la matanza se produjo a pesar de que la actitud de los “pro-rusos” en Odessa siempre fue pacífica, el “crimen”de los mártires de Odessa fue recoger firmas, ya no por la unión con Rusia ni por la separación total del oblast de Odessa de Ucrania, sino por la federalización del país.

En ningún caso llegaron a intentar hacerse con los arsenales de las comisarías de policía como en las regiones de Lugansk y Donetsk, ni siquiera asaltaron las sedes del poder regional como en Járkov. Quizá ese fue precisamente el error, no haber intentado armarse y prepararse ante lo que se les venía encima.

Los medios de comunicación de España, que nos bombardean con la versión única de un solo bando lanzan ahora frases como “esto no se podrá olvidar”. Nosotros lo que sí que no vamos a poder olvidar es la Matanza de Odessa y todos los demás crímenes que a partir de ese momento y todavía a día de hoy ha cometido el régimen ucraniano.

Lo de Odessa, para los antifascistas y antiimperialistas de todo el mundo, marcó un antes y un después. Ya sospechábamos de las intenciones del nuevo régimen implantado por la UE-OTAN en Ucrania, su llegada al poder de manera violenta y materializada por unos grupos ultranacionalistas y neonazis, su revisionismo histórico intentando borrar todo pasado soviético y convirtiendo, ahora ya sin tapujos, al ultranacionalismo ucraniano de Stephan Bandera, la OUN-UPA y demás colaboracionistas nazis en la ideología oficial del Estado; y sobre todo sus medidas en contra de una parte significativa de la población ucraniana como son las personas de habla y cultura rusas, pero los sucesos del 2 de mayo de 2014 vinieron a confirmar nuestras sospechas.

En España y en Occidente en general, los medios de comunicación no dieron mucho bombo a la masacre y además lo hicieron de una manera bastante lamentable. Los titulares de los periódicos y telediarios decían cosas como “Cincuenta personas mueren en enfrentamientos con pro-rusos en Ucrania”. Violaban así algunos de los principios fundamentales de la ética periodística, saltándose a la torera el principio de “Las 5 W”: what, who, where, when and why (qué, quién, dónde, cuándo y por qué).

Cuando un titular es tan sumamente ambiguo deberíamos sospechar. Cincuenta personas mueren en enfrentamientos con “pro-rusos”, pero ¿quiénes fueron los muertos y quiénes los asesinos? ¿los nacionalistas ucranianos mataron cincuenta “pro-rusos”? ¿mitad y mitad? ¿fueron los mal llamados “pro-rusos” los que mataron a cincuenta nacionalistas ucranianos?

Leyendo este tipo de titulares casi se podría deducir que esta última opción era la correcta, cuando fue justo al revés. Además, asistimos a la deshumanización del adversario (decimos adversario, ya que los medios de comunicación “libres, independientes, objetivos y neutrales” ya llevaban meses tomando partido descaradamente): “Cincuenta personas muertas en enfrentamientos con pro-rusos…” al parecer están por un lado los muertos, que son personas y por otro los llamados “pro-rusos”, que no son seres humanos si no una especie de robots teledirigidos, demonios, alienígenas o algo por el estilo.

Pero es que además en este caso las personas muertas eran “pro-rusos”. Menos deshumanizante, aunque igualmente bastante manipulador hubiera sido “cincuenta personas mueren en enfrentamientos entre pro-rusos y nacionalistas ucranianos”.

Para nosotros el titular correcto hubiera estado claro: “Nacionalistas ucranianos asesinan a cincuenta personas en la Casa de los Sindicatos de Odessa”. También se olvidaron los medios de decir quién comenzó atacando a quién, o de escribir un pie de foto que explicara lo que se veía en la imagen: a los fascistas ucranianos tirando piedras y cócteles molotov contra la Casa de los Sindicatos donde se refugiaron los antifascistas.

Solo en el cuerpo del texto de algunas de las noticias se dejaba caer quiénes eran las víctimas y quiénes los verdugos, pero ya sabemos que lo que cala son los titulares.

Ejemplos de manipulación mediática como este nos pueden ayudar a detectar otros bulos, mentiras y medias verdades. Si desarrollamos una capacidad crítica para analizar las noticias de la oligarquía mediática occidental podremos leer entre líneas en ellas. Así cuando lleguen momentos de censura de las ya de por si minoritarias voces alternativas, como el que vivimos ahora, o incluso peores, evitaremos que nos engañen fácilmente.

Cuando el titular obvia algunos datos importantes hay que desconfiar. Ejemplos similares hemos tenido por ejemplo con las guarimbas en Venezuela en los que se daban cifras de personas fallecidas dando a entender que los muertos eran producto de la represión, cuando en realidad la mayoría de los muertos eran la suma de militantes chavistas, policías, y gente que simplemente pasaba por ahí, y por lo tanto muertes causadas en su mayoría por los tranques violentos de la oposición.

También lo hemos visto cuando la presión diplomática de Rusia y Siria obligó a la ONU a lanzar ayuda humanitaria desde aviones sobre la ciudad leal al Gobierno Sirio de Deir-ez-Zor (asediada por el DAESH) y no solo sobre ciudades controladas por los grupos yihadistas como pretendía Estados Unidos. En este caso, nos contaban que Deir-ez-Zor estaba asediada por el Estado Islámico, pero obviaban cuidadosamente, por diversas razones que ahora no vienen al caso, contarnos quién estaba defendiendo la ciudad.

En cualquier asedio, sitio, cerco o como lo queramos llamar, hay una fuerza militar atacante que sitia la ciudad, y una fuerza militar defensora. En la ciudad sitiada puede haber solo militares, o militares y civiles (como en Deir-ez-Zor), ningún ejército asedia ciudades en las que solo hay civiles, si tiene intenciones malignas para con ellos (como era el caso del DAESH con esta ciudad siria de mayoría cristiana y pro-Gobierno) toma la ciudad, hace con ellos lo que quiere y fin.

Volviendo a Ucrania y más concreto a la primavera de 2014, los sucesos de Odessa marcaron un antes y un después. Muchos consideramos el 2 de mayo de 2014 el inicio de la Guerra Civil en Ucrania, por ser el primer momento en el que hubo un gran número de muertos en un solo día, a pesar de ser Odessa una ciudad muy alejada del Donbass, el lugar donde se iba a desarrollar la guerra en el sentido militar de la palabra a partir de entonces.

Cierto es que en los meses previos habían muerto más personas (tanto manifestantes como policías) en la Plaza Maidán de Kiev y alrededores hasta la consumación del Golpe de Estado, pero en este caso fue un goteo de muertes que se fueron espaciando hasta el mes de febrero.

De la tercera área geográfica, la región histórica de Donbass, que se correspondería con los oblast administrativos de Lugansk y Donetsk, hablaremos en la tercera parte de este artículo por su complejidad.

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Precedentes de la guerra de Ucrania

Autor: Colectivo Cierzo Rojo

Es difícil elegir un punto de partida para explicar las causas históricas de la situación actual en Ucrania, podríamos hablar del Rus de Kiev, del Imperio Ruso de Catalina II la Grande y su victoria sobre los Otomanos en 1774, de la desintegración de dicho imperio y el nacimiento de la Ucrania contemporánea con la República Socialista Soviética de Ucrania, la desintegración de la URSS y la Ucrania post-soviética hasta el Golpe de Estado o “Revolución de colores” que fue la “Revolución Naranja” de 2005. Sin embargo, hay un grave punto de inflexión que es fundamental para comprender la situación actual y de hecho podríamos decir que ha sido la que ha conducido a ella.

Por supuesto nos referimos al Golpe de Estado del Euro-Maidán que comenzó a finales de 2013 y se consumó a principios de 2014. En 2013 gobernaba en Ucrania el Partido de las Regiones de Víctor Yanukovich, que había ganado las elecciones presidenciales en 2010 con un 35% de los votos, frente al 25% de la candidata más cercana en la primera vuelta, y un más ajustado 52% – 48% en la segunda vuelta.

A finales de 2013, dicho presidente se encontraba negociando con la Unión Europea un memorando de acercamiento con la misma, pero en el último momento decidió pensárselo mejor, pararse un momentito a leer la letra pequeña y valorar si realmente le interesaba al país dicho acercamiento en las condiciones propuestas por la UE: ese fue su final. A partir de ahí comenzó una campaña cuasi militar, por un lado, y mediática a nivel nacional e internacional por otro, para derrocarle y poner al frente de Ucrania a un gobierno totalmente sumiso a las demandas de occidente. Desde el exterior se alentaron manifestaciones masivas en Kiev para agotar al gobierno y hacerle huir. Recordemos que Kiev es una zona tradicionalmente más pro-occidente que el sur y el este de Ucrania, y es más fácil visibilizar un movimiento pro-UE aunque no sea el sentimiento mayoritario del conjunto del país.

La Unión Europea y Estados Unidos, a partir de ese momento, se comportaron con el gobierno legítimo ucraniano como los mafiosos que realmente son: o aceptas nuestras condiciones tal y como te las proponemos, y rompes vínculos con Rusia, o te echamos. Dicho y hecho. En cuestión de semanas, los manifestantes nacionalistas consiguieron sobrepasar a las fuerzas públicas de seguridad, y con ello hacer huir al gobierno. Entre estos manifestantes había un nutrido grupo de neonazis, que si bien, puede que no fueran una aplastante mayoría, sí eran lo suficientemente numerosos, violentos y bien armados, coordinados y organizados como para ser la fuerza de choque imprescindible para consumar el golpe.

La organización extra-parlamentaria que aglutinaba a la mayoría de estos neonazis era el Pravy Sektor o “Sector-Derecho”, un grupo que utiliza como emblema propio la bandera roja y negra de la Organización de Nacionalistas Ucranianos y de su brazo armado, el Ejército Insurreccional Ucraniano, es decir, los colaboradores de la Alemania Nazi en la II Guerra Mundial. Paralelamente, quizá algo menos violento, o menos organizado para serlo, pero mucho más numeroso y con representación institucional, estaba el partido fascista Svoboda (Libertad), llamado entre 1991 y 2004 Partido Social-Nacionalista de Ucrania. El Golpe de Estado difícilmente hubiera cuajado sin la coordinación de los principales interesados en echar del poder a un gobierno ucraniano que mantenía buenas relaciones con la Federación Rusa, por muy legítimo que éste fuera y por mucho que aún no hubiera terminado su mandato de 4 años.

Para quienes creen a pies juntillas el relato de los medios occidentales, les sonará a conspiración hablar de esta injerencia externa. Pero lo cierto es que los mismos instigadores tampoco se molestaron mucho en ocultarla: para la posteridad quedarán imágenes como la de Victoria Nuland, por aquel entonces representante del Gobierno de Obama para asuntos euroasiáticos. repartiendo galletitas entre los manifestantes golpistas de la Plaza Maidán, y reconociendo ella misma que Estados Unidos invirtió 5.000.000 de dólares para esta maniobra en Ucrania; las fotos de las visitas de apoyo del senador republicano John McCain (país que visita, país que destruye: también se pasó a hacerse la foto y la palmadita en la espalda a los terroristas islámicos en Siria y Libia) con las cabezas políticas del Golpe de Maidán; o el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estrechando sonriente la mano a una de dichas cabezas visibles, la del neonazi Oleg Tiagnibok, líder del anteriormente citado partido Svoboda.

Otra prueba evidente de la injerencia fue ver cómo en el Estado Español y en muchos otros países, la totalidad de los medios de comunicación masivos hicieron una campaña de propaganda de blanqueamiento e idealización de los manifestantes golpistas, y de demonización del gobierno legítimo. Ucrania se había convertido, de la noche a la mañana, en “el régimen de Yanukovich” para los medios de alienación de masas, sin importar que hubiera sido un presidente elegido democráticamente 3 años antes y que su mandato aún no hubiera concluido. El intento de contener a las masas de ultranacionalistas violentos mediante el uso de la fuerza policial se convirtió en “brutal represión” a pesar de que la policía ucraniana apenas tenía armas de fuego y el gobierno prohibió el uso de las mismas. No tenían ni siquiera pelotas de goma ni armamento no letal realmente eficiente, esto unido a la abismal inferioridad numérica de la policía frente a los manifestantes y a que estos cada vez estaban mejor armados y preparados (escudos, palos protección corporal similar a la de la policía, etc.) fue agotando a la policía y al gobierno y descompensando la balanza a favor de los nacionalistas.

Estos manifestantes tampoco fueron tachados de violentos, de nazis, de fascistas, ultranacionalistas, golpistas, ni de agentes extranjeros por la prensa occidental. Muy al contrario, los dulcificaron y santificaron: “manifestantes pro-democracia”, “manifestantes pacíficos”, “manifestantes pro-europeos”, “15M Ucraniano”, “indignados” “oposición democrática” y por supuesto hablaban de su movimiento como una “revolución”, o como “el pueblo ucraniano” dando a entender que todo el pueblo ucraniano eran o estaban con ellos, como si todo el pueblo ucraniano pensara igual, como si el pueblo ucraniano fuera un ente monolítico, cuando en realidad no representaban ni siquiera a la voluntad mayoritaria del pueblo ucraniano, aunque fueran muy numerosos y ruidosos en Kiev y en el oeste.

Ya hacia finales de febrero de 2014, pudimos asistir atónitos al que probablemente sea el primer triunfo de un Golpe de Estado violento sin uso masivo de armas de fuego por parte de los golpistas y sin una sublevación del ejército, la policía u otra fuerza armada del Estado. Un estado que renunciaba a sí mismo, a la pieza que hace que un Estado pueda ser llamado tal: el monopolio de la violencia. El gobierno ucraniano que controlaba los resortes del Estado se estaba suicidando, estaba renunciando al monopolio de la fuerza en favor de los manifestantes.

Y decimos sin un uso masivo, porque, efectivamente, comenzaron a aparecer las primeras armas de fuego en manos de los manifestantes, al principio armas ligeras, pistolas y carabinas que mataron e hirieron a varios policías. El objetivo era seguramente hacer flaquear a las fuerzas policiales Berkut que se enfrentaban día y noche a ellos; o bien que éstos al ser atacados por armas de fuego, respondieran haciendo uso de las suyas y así acusarlos de sanguinarios represores en los medios de comunicación occidentales: cualquiera de las dos opciones le valía a la oposición anti-democrática ucraniana.

Pero ni por esas fue suficiente, así que hacia el 20 de febrero comenzaron a aparecer unos misteriosos francotiradores que dispararon tanto a manifestantes como a policías para crear todavía más caos (mismo patrón que en otros lugares como Siria o Venezuela), los muertos se contaban por cerca del centenar, aunque los medios de comunicación occidentales daban a entender que todos los muertos eran manifestantes y por lo tanto causados por la policía, obviando cuidadosamente que a esas alturas ya había decenas de policías muertos y de entre los cientos de agentes heridos, muchos de ellos lo eran por armas de fuego.

Tampoco nos dijeron inicialmente quiénes eran los misteriosos tiradores, pero algunos ya sospechábamos que, siendo que, disparaban tanto a manifestantes como a policías, objetivamente beneficiaban a los intereses de la oposición golpista y, por lo tanto, o bien pertenecían directamente a ella, o eran coordinados por alguien interesado en que ésta ganara el pulso. Nuestras sospechas se vieron confirmados días más tarde por algunos de los propios instigadores extranjeros del golpe, cuando se filtró un audio de Catherine Áston, alta representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, con el Ministro de Exteriores de Estonia (país miembro también de la OTAN desde 2004), El propio ministro confirmó que el audio era auténtico y Aston tampoco lo desmintió.

Al final Yanukovich y su gobierno huyeron de Kiev y de Ucrania, y la hidra de tres cabezas visibles de la oposición pro-OTAN/UE se hicieron con el poder. Estas tres cabezas, que los mass media se dedicaron a publicitar y ensalzar durante los meses previos eran Oleg Tiagnibok, líder del partido fascista Svoboda y los líderes de otros dos partidos de la derecha “moderada” (todo lo moderado que puede ser un golpista) y pro-Unión Europea: el exboxeador Vitaly Klitscho de UDAR y Arseni Yatseniuk, líder provisional del partido Batkivshchyna “Patria”, pues la líder de dicho partido, Yulia Timoshenko, se encontraba en ese momento en prisión, debido a los escándalos de corrupción en los que se vio involucrada cuando estuvo en el gobierno pro-occidental de Yushenko entre 2005 y 2010. Gobierno, por cierto, también surgido de una especie de Golpe de Estado conocido como la Revolución Naranja.

Para dar una imagen de cierta legalidad a su Golpe de Estado, y su nuevo gobierno, la oposición realizó unas sesiones en la Duma en las que se votó la destitución de Yanukovich y su Gobierno por “abandono de funciones” (los mismos que te obligan a huir del país, te destituyen por “abandono de funciones”, el colmo del cinismo) y se votaron a sí mismos como nuevo gobierno “interino”, eufemismo utilizado por ellos y por sus voceros españoles, y occidentales en general, para no hablar de golpismo. Por supuesto, a estas sesiones no acudieron la mayoría de los diputados del Partido de las Regiones, y de entre los que sí acudieron muchos se vieron amenazados o incluso agredidos o linchados por los nuevos amos de la calle, los escuadristas del Pravy Sektor y Svoboda que se apostaron en la puerta de la Duma estatal para impedir su entrada. Algo parecido pasó con los 32 diputados del Partido Comunista de Ucrania (casi 2.700.000 votos en las parlamentarias de 2012, quedando por delante en votos de los fascistas de Svoboda y muy cerca de UDAR de Klitschko) que se les impidió el ingreso en la Duma.

Durante, y sobre todo después del Maidán, se desencadenó una brutal caza de brujas contra los comunistas ucranianos por parte de los paramilitares de Pravy Sektor, Svoboda y otros grupos fascistas. Se asaltaron sedes del Partido Comunista, se hicieron quemas públicas de las banderas, libros y publicaciones que se encontraron en las sedes, al más puro estilo Alemania años 30, hasta se linchó, agredió salvajemente y asesinó a muchos de nuestros camaradas. Los nuevos amos de la situación se dedicaron también a derribar estatuas de Lenin y vandalizar y destruir los monumentos a la victoria soviética contra la Alemania nazi y a los hombres y mujeres que la hicieron posible.

Los tradicionales desfiles del 8 de mayo, donde veteranos de la Gran Guerra Patria conmemoran la victoria sobre la Alemania nazi, fueron a menudo asaltados también por estas escuadras y los jóvenes nazis se dedicaron a pegar cobardemente a estos ancianos comunistas y antifascistas dispuestos a no olvidar la historia. Por supuesto, a los pocos meses, tanto el Partido de las Regiones como el Partido Comunista de Ucrania fueron formalmente ilegalizados, aunque de facto ya estaban proscritos.

Aunque largo, este artículo es sólo un breve resumen del golpe de Estado que la UE-OTAN materializaron en el invierno de 2013-2014 para derribar a un gobierno legítimo, dispuesto a priori a establecer buenas relaciones con la Unión Europea, e incluso a entrar en ella, pero también partidario de mantener los vínculos económicos e históricos con la vecina Rusia. Con esta primera parte pretendemos desmentir una de las falacias fundamentales de la propaganda con la que los mass media nos bombardean el cerebro constantemente desde hace unas semanas.

Esos medios, dan por supuesto, o a veces incluso lo afirman explícitamente, que Ucrania es un régimen democrático al estilo de las democracias burguesas multipartidistas de Europa y que su presidente Zelensky es un gran defensor de la democracia y ahora prácticamente también un héroe de guerra.

Ni Zelensky, ni anteriormente Petro Poroshenko son ningunos demócratas por mucho que hayan sido elegidos en las urnas, ya que las elecciones no han sido para nada justas, con partidos como el de las Regiones (el más votado mientras fue legal), o el Partido Comunista ilegalizados desde hace 8 años y sin opción a reinventarse con otras siglas ni a la participación política, ni siquiera en la calle fuera de las instituciones. Zelensky y Poroshenko han sido dos rehenes, aunque rehenes con gusto, de los neonazis y neofascistas ucranianos y de los oligarcas pro-occidentales que los financian y auparon al poder en 2014 (incluidos algunos de origen judío y sionistas como Igor Kolomoisky), y estos oligarcas a su vez unas marionetas de la OTAN.

La burguesía imperialista occidental, una vez más, muestra su verdadera cara, impone a los pueblos su sistema político, pero cuando incluso jugando con sus propias reglas ganan las opciones que no le interesan, rompe la baraja, pisotea los derechos y decisiones soberanas de los pueblos y saca a pasear a sus mamporreros fascistas para imponer su agenda internacional, lo hemos visto a lo largo y ancho del mundo, en Ucrania en 2005 y 2014, pero también en muchos lugares de Latinoamérica, como Bolivia o Venezuela.

En resumen, el Golpe de Estado del Euro-nazi-Maidán triunfó claramente en la capital, Kiev y en el resto de la zona centro-oeste de Ucrania, pero ¿qué pasó después? ¿qué pasó en el resto de Ucrania, en el centro y el sur donde los habitantes habían votado tradicionalmente por unas buenas relaciones con Rusia y el respeto mínimo al legado material y simbólico de la Unión Soviética? ¿se quedarían de brazos cruzados mientras los discípulos de Stephan Bandera pisoteaban sus derechos, sus decisiones soberanas, su lengua, su economía y sus costumbres y tradiciones? Esto lo dejamos para la segunda parte de este artículo.